¿Por qué hablamos del “objeto en la experiencia” y no del “objeto de la
experiencia”?
Como
hemos visto, Kant había anticipado, en primer lugar, que era necesario invertir
la relación entre los conceptos y los objetos y, en segundo lugar, que todo
conocimiento comienza con la experiencia pero que no todo conocimiento procede
de ella. A partir de estas dos primeras afirmaciones podemos concluir que Kant
considera indispensable la “donación” de los objetos a conocer y la
“configuración” de los mismos mediante conceptos que no se derivan de ellos.
Tanto en la Introducción a la Estética trascendental como en la
Introducción a la Lógica Trascendental Kant aclara esta perspectiva:
Sean cuales sean el modo o los medios con que un
conocimiento se refiera a los objetos, la intuición es el modo por medio del
cual el conocimiento se refiere inmediatamente a dichos objetos y es aquello a
que apunta todo pensamiento en cuanto medio. Tal intuición únicamente tiene
lugar en la medida en que el objeto nos es dado. Pero éste, por su parte, sólo
nos puede ser dado [al menos a nosotros, los humanos] si afecta de alguna
manera a nuestro psiquismo. La capacidad (receptividad) de recibir
representaciones, al ser afectados por los objetos, se llama sensibilidad.
Los objetos nos vienen, pues, dados mediante la sensibilidad y ella es la única
que nos suministra intuiciones. Por medio del entendimiento, los objetos
son, en cambio, pensados y de él proceden los conceptos. Pero, en definitiva,
todo pensar tiene que hacer referencia, directa o indirectamente [mediante
ciertas características], a intuiciones y, por consiguiente (entre los
humanos), a la sensibilidad, ya que ningún objeto se nos puede dar de otra
forma (Kant, CRP, Primera Parte, Estética Trascendental, Parágrafo 1: A19-B33).
Luego
de estas aclaraciones, Kant da una serie de definiciones que más adelante vamos
a retomar. Veamos entonces lo que dice respecto al conocimiento en la
Introducción a la Lógica trascendental:
Nuestro conocimiento surge básicamente de dos fuentes del
psiquismo: la primera es la facultad de recibir representaciones (receptividad
de las impresiones); la segunda es la facultad de conocer un objeto a través de
tales representaciones (espontaneidad de los conceptos). A través de la primera
se nos da un objeto; a través de la segunda, lo pensamos en relación con la
representación (como simple determinación del psiquismo). La intuición y los
conceptos constituyen, pues, los elementos de todo nuestro conocimiento,
de modo que ni los conceptos pueden suministrar conocimiento prescindiendo de
una intuición que les corresponda de alguna forma, ni tampoco puede hacerlo la
intuición sin conceptos… (Kant, CRP, Segunda Parte, Lógica Trascendental, I:
A50-B74, el subrayado es nuestro).
Como
podemos observar, Kant no habla de formas diferenciadas de representaciones
(sensaciones, ideas, impresiones) en el origen de nuestro conocimiento, sino de
facultades, de nuestras facultades cognoscitivas y distingue, en primer lugar,
entre la Sensibilidad (nuestra capacidad de recibir representaciones) y el
Entendimiento (nuestra capacidad de pensar los objetos de nuestras intuiciones
sensibles). Con ello, remite a nuestra facultad de conocer y a los elementos
que podemos encontrar tras el análisis (esto es, la descomposición) de los
objetos de la representación científica.
Kant
considera que la diferencia entre los elementos (las representaciones que
provienen de la Sensibilidad y las representaciones que provienen del
Entendimiento) es trascendental, esto es, que se refiere al modo, la
manera, en que tenemos de representarnos a los objetos[1]. En este sentido, la
Sensibilidad y el Entendimiento suministran dos formas distintas de la
representación de un objeto. Por medio
de la sensibilidad, nos representamos a los objetos en la intuición (que puede
ser pura o empírica). Por medio del Entendimiento nos representamos a los
objetos mediante conceptos. Sobre esta base, Kant lleva a cabo la descripción
analítica del proceso de conocimiento.
En
el Parágrafo 1 de la Estética trascendental, Kant da una serie de
definiciones que requieren ser investigadas. La Sensibilidad (Sinnlichkeit)
es
la capacidad de ser afectados por las cosas. El efecto que produce la afección
sobre nuestra Sensibilidad se llama sensación. La representación del
objeto que obtenemos a partir de esa afección se llama intuición. La
intuición es la manera que tenemos de referirnos inmediatamente a un objeto. La
intuición revela la presencia del objeto ante el sujeto del conocimiento. Ella
solo tiene lugar cuando el objeto (para nosotros, humanos) nos es dado.
La
intuición puede ser pura o empírica. Una intuición empírica es aquella
que se refiere al objeto a través de la sensación. La intuición pura es
aquella que ordena al objeto de la intuición empírica. Estas formas que, en
principio, organizan a las impresiones brutas recibidas a través de la
Sensibilidad bajo ciertas relaciones y que no pueden ser, ellas mismas,
sensaciones, son a priori. Esto significa que la Sensibilidad se
representa a “las cosas” (que nos afectan) en una intuición como “dato” (lo
dado) a la capacidad receptiva ordenada “bajo ciertas relaciones” (las formas a
priori de la Sensibilidad) conforme al modo en que se hacen presentes. Este
“objeto” aún indeterminado (no pensado) de la intuición empírica se llama
“fenómeno”. En él, podemos entonces distinguir una materia y una forma:
…Lo que, dentro del fenómeno, corresponde a la
sensación, lo llamo materia del mismo. Llamo, en cambio, forma
del fenómeno aquello que hace que lo diverso del mismo pueda ser ordenado en
ciertas relaciones. Las sensaciones sólo pueden ser ordenadas y dispuestas en
cierta forma en algo que no puede ser, a su vez, sensación. Por ello, la
materia de todo fenómeno nos viene dada únicamente a posteriori. Por el
contrario, la forma del fenómeno debe estar completamente a priori dispuesta
para el conjunto de las sensaciones en el psiquismo y debe, por ello mismo, ser
susceptible de una consideración independiente de toda sensación (Kant, CRP,
Primera
Parte, Estética Trascendental, Parágrafo 1: A20-B34).
Puede
decirse entonces que las “formas” utilizadas por la Sensibilidad para ordenar
los objetos dados constituyen las “condiciones subjetivas” del darse de los
objetos a nuestra capacidad receptiva que, como vemos, no es puramente
receptora. Esas formas puras a priori de la Sensibilidad son, según
Kant, el espacio y el tiempo.
Por medio del sentido externo (propiedad de nuestro
psiquismo) nos representamos objetos como exteriores a nosotros y como estando
todos en el espacio, dentro del cual son determinadas o determinables su
figura, su magnitud y sus relaciones mutuas. El sentido interno por medio del
cual el psiquismo se intuye a sí mismo o su estado interno no suministra
intuición alguna del alma misma como objeto. Sin embargo, hay sólo una forma
determinada bajo la que es posible la intuición de un estado interno, de modo
que todo cuanto pertenece a las determinaciones internas es representado en
relaciones de tiempo. El tiempo no puede ser intuido como algo exterior, ni
tampoco el espacio como algo en nosotros. ¿Qué son, pues, el espacio y el
tiempo? (Kant, CRP, Primera Parte, Estética Trascendental, Parágrafo 2,
A22/A23-B37).
El
espacio es la forma del sentido externo y es la condición bajo la cual nos representamos
a “lo dado” bajo el eje de la coexistencia. A partir de la intuición pura del
espacio, nos representamos la figura, la magnitud y las relaciones mutuas entre
los objetos. El tiempo es la forma de los fenómenos en general (tanto los que
provienen del sentido externo como los que provienen del sentido interno) y es
la condición bajo la cual nos representamos a “lo dado” bajo el eje de la
sucesión, el eje de la simultaneidad o el eje de la permanencia.
Veamos
entonces cómo funcionan los demás elementos que se unen a las intuiciones para
configurar el objeto de la experiencia científica. Como podemos observar, para
Kant el conocimiento es el resultado de una composición de intuición y
pensamiento. Ahora bien, podríamos preguntarnos por qué Kant ocupa la mayor
parte de su argumentación en dilucidar cómo funciona el pensamiento. Según
Heidegger (2009), esto es así porque Kant, a diferencia de la metafísica
racional, considera a la intuición como el momento fundamental que sostiene al
conocimiento humano. Por lo tanto, será necesario desprenderse de la primacía
otorgada al pensamiento en la tradición y ocuparse de delimitar y determinar la
naturaleza misma del pensar. Como Kant mismo advierte en la Introducción a la
Lógica trascendental, sin intuición el pensamiento es igual a nada.
Si llamamos sensibilidad a la receptividad que
nuestro psiquismo posee, siempre que sea afectado de alguna manera, en orden a
recibir representaciones, llamaremos entendimiento a la capacidad de
producirlas por sí mismo, es decir, a la espontaneidad del conocimiento.
Nuestra naturaleza conlleva el que la intuición sólo pueda ser sensible,
es decir, que no contenga sino el modo según el cual somos afectados por
objetos. La capacidad de pensar el objeto de la intuición es, en cambio,
el entendimiento. Ninguna de estas propiedades es preferible a la otra:
sin sensibilidad ningún objeto nos sería dado y, sin entendimiento, ninguno
sería pensado. Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin
conceptos son ciegas. Por ello es tan necesario hacer sensibles los conceptos
(es decir, añadirles el objeto en la intuición) como hacer inteligibles las
intuiciones (es decir, someterlas a conceptos). Las dos facultades o
capacidades no pueden intercambiar sus funciones. Ni el entendimiento puede
intuir nada, ni los sentidos pueden pensar nada. El conocimiento únicamente
puede surgir de la unión de ambos… (Kant, CRP, Segunda Parte.
Introducción. Idea de una lógica trascendental: A51-B75).
Si
tomamos, por ejemplo, un juicio de experiencia, podemos observar que se trata
de juicios empíricos cuya base se encuentra en la observación inmediata de los
sentidos. Sin embargo, en esos juicios, además de “lo dado” a la intuición
sensible, ordenado conforme a “las formas de la Sensibilidad” (el espacio y el
tiempo), existen “conceptos” que tienen su origen completamente a priori
en el Entendimiento. Esos conceptos son las “formas” bajo las cuales esa
multiplicidad ordenada bajo ciertas relaciones queda configurada en un “objeto
de experiencia”.
Los
conceptos cumplen la función lógica de “unir representaciones”. De este modo,
el Entendimiento puede ser definido como la facultad de juzgar, como facultad
de pensar. Ahora bien, pensar es conocer mediante conceptos. Los conceptos
puros del Entendimiento (o categorías) son las formas mediante las cuales “lo
diverso de la Sensibilidad” se transforma en un “objeto”. Sin esa “materia”
(dada a la intuición sensible), los conceptos permanecerían enteramente
“vacíos”, esto es, desprovisto de todo contenido. Esa función de “enlace” de
representaciones es lo que Kant llama “síntesis”.
Entiendo por síntesis, en su sentido más
amplio, el acto de reunir diferentes representaciones y de entender su variedad
en un único conocimiento. Semejante síntesis es pura si la variedad no
está dada empíricamente, sino a priori (como la variedad en el espacio y
en el tiempo). Antes de cualquier análisis de nuestras representaciones, éstas
tienen que estar ya dadas, y ningún concepto puede surgir analíticamente en
lo tocante a su contenido. La síntesis de algo diverso (sea empírico o dado
a priori) produce ante todo un conocimiento que, inicialmente, puede ser
todavía tosco y confuso y que, por ello mismo, necesita un análisis. Pero es
propiamente la síntesis la que recoge los elementos en orden al conocimiento y
los reúne con vistas a cierto contenido. Ella constituye, pues, lo primero a
que debemos atender si queremos juzgar sobre el origen primero de nuestro
conocimiento (Kant, CRP, Segunda Parte, Sección Segunda, Parágrafo 10. De los
conceptos puros del Entendimiento o categorías: A77/A78-B103).
Los
conceptos puros del entendimiento cumplen la función de reunión/unificación de
una multiplicidad dada. De este modo, se introduce un contenido trascendental a
través de la unidad sintética de los conceptos puros del entendimiento. Como
dijimos, la diferencia entre Sensibilidad y Entendimiento es trascendental, y
se refiere a las formas diferenciadas en que nos representamos a los objetos,
sea mediante la intuición, sea mediante conceptos. El Entendimiento, como
facultad de pensar, posee conceptos puros referidos a priori a objetos
de la intuición en general que le permiten pensar los objetos y configurarlos
en una experiencia.
… Ahora bien, hay sólo dos condiciones bajo las cuales
puede conocerse un objeto (die Erkenntnis eines Gegenstandes möglich ist).
En primer lugar, la intuición a través de la cual viene dado, aunque
únicamente en cuanto fenómeno. En segundo lugar, el concepto a través
del cual es pensado el objeto correspondiente a dicha intuición. Pero de ello
se desprende claramente que la primera condición, es decir, la única bajo la
cual pueden intuirse objetos, les sirve efectivamente de base a priori
en el psiquismo, por lo que a la forma de los mismos se refiere. Todos los
fenómenos concuerdan, pues, necesariamente con esta condición formal de la
sensibilidad, ya que sólo gracias a ella puede manifestarse, es decir, sólo
gracias a ella pueden ser empíricamente intuidos y dados. La cuestión reside
ahora en saber si no hay igualmente conceptos a priori previos que
condicionan el que algo pueda ser, no intuido, pero sí pensado como objeto en
general. En tal caso, todo conocimiento empírico de los objetos ha de
conformarse forzosamente a esos conceptos, ya que, si dejamos de presuponerlos,
nada puede ser objeto de la experiencia. Pero resulta que toda
experiencia contiene, además de la intuición sensible mediante la cual algo
está dado, el concepto de un objeto dado o manifestado en la intuición.
Consiguientemente, habrá conceptos de objetos que, como condiciones a
priori, sirvan de base a todo conocimiento experimental. La validez
objetiva de las categorías como conceptos a priori residirá, pues, en el
hecho de que sólo gracias a ellas sea posible la experiencia (por lo que hace a
la forma del pensar). En efecto, en tal caso se refieren de modo necesario y a
priori a objetos de la experiencia porque sólo a través de ellas es posible
pensar algún objeto de la experiencia (Kant, CRP, Segunda Parte, Sección
Segunda, Parágrafo 14. Paso a la deducción trascendental de las categorías:
A92/A93-B125/B126).
Para Kant, todos nuestros conocimientos no son más que la representación
de un fenómeno, en el sentido de que “las cosas” que conocemos no son “en sí
mismas” tal como nosotros nos las representamos. Por un lado, porque al
representarnos “las cosas” en un “espacio” y en un “tiempo”, aquellas se
inscriben de entrada en el orden de la representación de un sujeto. Lo que los
objetos son “en sí mismos”, nosotros no lo sabemos, porque las “cosas en sí”
siempre están re-presentadas bajo las “condiciones de posibilidad” de la
Sensibilidad, es decir, en el espacio y en el tiempo (Kant, KrV, A 49). Y
aunque pudiéramos llevar nuestra intuición de los objetos al punto culminante
de su claridad, nunca estaríamos más cerca de la naturaleza de las “cosas en
sí” (KrV, A 43). Por otro lado, porque los “fenómenos” son las imágenes
sensibles pensadas en términos de “objetos” conforme a las categorías y los
principios del Entendimiento puro. El fenómeno resulta ser entonces “la cosa”
tal como aparece bajo las condiciones de la Sensibilidad y del Entendimiento en
cuanto “facultades de conocimiento”.
[1] En los próximos apartados, nos vamos a detener en la primera definición
que da acerca del término trascendental en la Introducción de la CRP: “Llamo
trascendental todo conocimiento que se ocupa, no tanto de los objetos cuanto de
nuestro modo de conocerlos, en cuanto que tal modo ha de ser posible a priori…”
(Kant, CRP, Introducción: A11/A12-B25)
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