1 feb 2023

1.6. Intuición y concepto: las dos formas de la representación

Con estas aclaraciones, Kant subraya la idea de que “para nosotros los humanos” el conocimiento es un representar que se refiere a objetos que deben sernos dados a la intuición. Este modo de representar (propio de nosotros, los hombres) no es un mero “pensar objetos mediante conceptos”, ya que en este caso (cuando los objetos nos son dados, o se hacen presentes ante el sujeto del conocimiento) el modo del representar es la intuición. Por lo tanto, con la intuición sola no alcanza para producir el objeto del conocimiento; pero tampoco alcanza con el mero pensamiento. De este modo: “El conocimiento humano es una particular unidad de intuición y pensamiento. Kant señala esta determinación de la esencia del conocimiento humano a lo largo de toda su obra” (Heidegger, 2009: 174).

El intuir es una forma de representar inmediata a través de la cual se hace presente en cada caso particular un objeto. El pensar, por su parte, es un representar mediato que no se refiere a algo particular (como sería el objeto de una intuición), sino a algo general. Esto general es el concepto. Pensar es entonces representar(se) algo en general mediante conceptos.

Tenemos que aclarar que, en sentido estricto, un objeto no es ni “lo dado” a la sensibilidad (una sensación), pero tampoco es lo simplemente percibido (en el espacio y/o en el tiempo). Un objeto se constituye cuando lo dado es pensado bajo conceptos, esto es, bajo una “regla general”. Para que haya conocimiento, es necesario que los elementos que lo conforman sean unidos (enlazados) de determinado modo. Aquello que posibilita la unión (el enlace) de los elementos de la representación es el “yo pienso”. Más adelante volveremos sobre esto.

Por lo tanto, “lo intuido” por sí mismo no constituye una “experiencia”, un objeto de experiencia como pretendían los empiristas, que partían de las sensaciones o de las impresiones para constituir las “ideas de las cosas” (dadas). Pero tampoco constituye un “objeto de conocimiento” aquello que es pensado conceptualmente de un modo general, como pretendían los dogmáticos racionalistas que confiaban en la consistencia de los enunciados para justificar sus apreciaciones respecto de objetos suprasensibles. Entonces, como señala Heidegger, cuando Kant subraya que el objeto es dado mediante la intuición y que es pensado mediante conceptos, puede generarse el malentendido de que ya hay “objeto” (en la intuición o en el concepto) antes de la composición:

Mas bien el objeto (Gegenstand) solo está (steht) cuando lo intuitivo es pensado conceptualmente, y el objeto solo está enfrente (entgegen) cuando el concepto determina lo dado intuitivamente como tal (Heidegger, 2009: 180).

Según Kant, intuición y concepto son dos modos diferentes del representar que se producen por la acción de dos facultades también diferentes: la Sensibilidad y el Entendimiento. Así, el carácter del intuir es el de recibir; mientras que el pensar es el determinar y el fijar. Por eso Kant dice que el pensar tiene que ver con la espontaneidad de los conceptos del Entendimiento y el intuir está ligado a la capacidad receptiva de la Sensibilidad. El pensamiento es espontáneo porque saca de sí (extrae) los parámetros (las formas) de la determinación. A su vez, el intuir humano no puede crear aquello que intuye. Eso significa que el objeto de la intuición debe sernos “dado”. El “darse” de los objetos a la Sensibilidad es un mostrarse, un hacerse presente. Aun así, no se intuye al objeto “tal como es”, puesto que la intuición se realiza “bajo ciertas condiciones” (las formas a priori de la Sensibilidad, esto es, el espacio y el tiempo). La diferencia entre “intuir” y “pensar” consiste en que:

…el intuir humano precisa que le sea dado lo intuible, lo que le sea dado ha de mostrarse, debe poder hacerse patente. Esto sucede mediante los órganos sensoriales. Por medio de ellos, como dice Kant, nuestros sentidos -ver, oír, etc- son “tocados”; se les hace algo, son aludidos. Lo que así nos atañe y el modo en que acaece este atañer de lo que atañe es la sensación como afección. En el pensamiento, en el concepto, por el contrario, lo representado es lo que nosotros configuramos y disponemos según su forma; “según su forma” mienta aquí el cómo en el que lo pensado, lo representado conceptualmente, es representado, es decir, en el cómo de lo general. Por el contrario, el qué, por ejemplo “lo arbóreo” debe ser dado según su contenido… (Heidegger, 2009: 182).

Intuición y Concepto, Sensibilidad y Entendimiento, Receptividad y Espontaneidad, son los pares de conceptos utilizados por Kant para dar cuenta de los elementos esenciales del conocimiento. Así, Kant considera que “lo dado” a la intuición es siempre una “multiplicidad indeterminada”, que deberá ser “ordenada” en primer lugar, bajo las formas a priori de la intuición y “unida” bajo las formas a priori de los conceptos. A su vez, la designación del espacio y el tiempo como “formas a priori” de la Sensibilidad y, al mismo tiempo, como “intuiciones puras”, encierra una gran oscuridad que no podrá ser iluminada desde el suelo kantiano (Heidegger, 2004:222).

Que el espacio y el tiempo sean las formas a priori de la Sensibilidad (las condiciones de posibilidad de la intuición humana), significa que los objetos/fenómenos/sensaciones se dan “en el espacio” y/o “en el tiempo”, esto es, bajo un cierto “orden” (espacial y/o temporal).

De este modo, los objetos del sentido externo se intuyen en el espacio, pero el espacio no es “una cosa” (una especie de receptáculo) en el cual aparecen los objetos, sino un eje de coordenadas en el cual ubicamos a los fenómenos dados tomando como punto de referencia la posición del sujeto.

b) El espacio no es más que la forma de todos los fenómenos de los sentidos externos, es decir, la condición subjetiva de la sensibilidad. Sólo bajo esta condición nos es posible la intuición externa. Ahora bien, dado que la receptividad del sujeto, cualidad consistente en poder ser afectado por los objetos, precede necesariamente a toda intuición  de esos objetos, es posible entender cómo la forma de todos los fenómenos puede darse en el psiquismo con anterioridad a toda percepción real, es decir, a priori, y cómo puede ella, en cuanto intuición pura en la que tienen que ser determinados todos los objetos, contener, previamente a toda experiencia, principios que regulen las relaciones de esos objetos (Kant, CRP, Sección 1era. De la Estética Trascendental: A26-B42, el subrayado es nuestro).

Y los objetos en general (tanto los objetos del sentido externo como del sentido interno) se dan “en el tiempo”, esto es, se inscriben bajo cierto orden temporal en relación con el sujeto frente al cual se hacen presentes.

c) El tiempo es la condición formal a priori de todos los fenómenos. El espacio, en cuanto forma pura de toda intuición externa, se refiere sólo, como condición a priori, a los fenómenos externos. Por el contrario, toda representación, tenga o no por objeto cosas externas, corresponde en sí misma, como determinación del psiquismo, al estado interno. Ahora bien, éste se halla bajo la condición formal de la intuición interna y, consiguientemente, pertenece al tiempo. En consecuencia, el tiempo constituye una condición a priori de todos los fenómenos en general, a saber, la condición inmediata de los internos (de nuestras almas) y, por ello mismo, también la condición mediata de los externos. Si puedo afirmar a priori que todos los fenómenos externos se hallan en el espacio y están determinados a priori según las relaciones espaciales, puedo igualmente afirmar en sentido completamente universal, partiendo del principio del sentido interno, que absolutamente todos los fenómenos, es decir, todos los objetos de los sentidos, se hallan en el tiempo y poseen necesariamente relaciones temporales (Kant, CRP, Sección 1era. De la Estética Trascendental: A34-B50/B51, el subrayado es nuestro).

En la teoría kantiana del conocimiento, el espacio y el tiempo son interpretados como “formas de la intuición” (como “condiciones formales” del darse de los objetos a la intuición), como “condiciones de posibilidad” de intuir un objeto dado a la Sensibilidad. En este sentido, Kant los considera como la “forma” del fenómeno entendido como “el objeto indeterminado de una intuición empírica”. Esto quiere decir que los objetos de la intuición no están “determinados”, pero sí están “ordenados”.

Si se trata de objetos del sentido externo, pueden darse aquí o allá, en un cierto orden de coexistencia; y también pueden darse aquí y ahora, o en un cierto orden de sucesión. Si se trata de los objetos del sentido interno, estos solo se dan “en el tiempo” y, en todos los casos, siempre están referidos a mí (como sujeto del conocimiento). Así, el espacio y el tiempo deben ser pensados como condiciones subjetivas del “darse” de los objetos. Sin embargo, en la medida en que espacio y tiempo son intuiciones puras y a priori, ellas mismas son universales y necesarias, y no dependen de cada uno de nosotros como sujetos empíricos, sino de la subjetividad trascendental. Más adelante nos referiremos a ella.

Kant recurre finalmente a la matemática pura para justificar el carácter de intuiciones puras del espacio y el tiempo y les atribuye “realidad empírica” e “idealidad trascendental”, en la medida en que sólo existen como “condiciones” del darse de los objetos en la intuición. Espacio y tiempo no son, entonces, objetos ideales o cosas en sí mismas, sino formas de la intuición, formas que nos permiten representarnos “lo dado” a la intuición empírica.

Ahora bien, tiempo y espacio son las intuiciones que establece la matemática pura como base de todos los conocimientos y juicios, los cuales se presentan igualmente como apodícticos y necesarios, pues la matemática debe presentar todos sus conceptos, primero, en la intuición, y la matemática pura en la intuición pura; esto es, construirlos, sin lo cual (porque no puede proceder analíticamente, es decir, por descomposición de los conceptos, sino sólo sintéticamente) le es imposible dar un paso en tanto que le falta la intuición pura, en la cual solamente puede estar dada la materia de los juicios sintéticos a priori. La geometría toma por base la intuición pura del espacio. La aritmética misma hace efectivo su concepto de número por la adición sucesiva de la unidad en el tiempo; pero, particularmente, la mecánica pura puede hacer efectivo su concepto de movimiento sólo por medio de la representación de tiempo. Pero ambas representaciones son meramente intuiciones; pues si se prescinde de la intuición empírica del cuerpo y de su cambio (movimiento), de todo lo empírico, esto es, lo que pertenece a la sensibilidad, subsisten todavía tiempo y espacio, que son, pues, intuiciones puras que existen a priori en el fondo de aquélla, y por esto ellas mismas no pueden ser omitidas, pero que, precisamente por ser puras intuiciones a priori, prueban que son meras formas de nuestra sensibilidad, que deben preceder a toda intuición empírica, esto es, a la observación de los objetos reales, y según los cuales, los objetos, pueden ser reconocidos a priori, pero, sin duda, solamente tal como nos aparecen (Kant, Prolegómenos: Parágrafo 10).

A diferencia de las intuiciones, que se refieren inmediatamente a su objeto, los conceptos son representaciones mediatas de los objetos dados a la intuición. A diferencia de Locke y de Hume, Kant considera que los conceptos provienen del Entendimiento, pero que no encuentran su “origen” (o base) en una intuición (sensación o impresión) empírica. Locke encontró conceptos puros del Entendimiento, pero derivó de la experiencia esos conceptos, aun cuando los mismos sobrepasan ampliamente los límites de la experiencia. Hume reconoció que los conceptos a priori eran indispensables para ir más allá de la experiencia y poder conectar dos fenómenos de manera universal y necesaria. Sin embargo, los consideró meras “ficciones de la imaginación”.

… La derivación empírica ideada por ambos autores no es compatible con la realidad de los conocimientos científicos a priori que poseemos, a saber, la matemática pura y la ciencia general de la naturaleza, lo cual refuta tal derivación. El primero de esos dos hombres famosos abrió las puertas a la exaltación ya que, una vez autorizada, la razón no permite que se la tenga a raya con vagas recomendaciones de moderación. El segundo, pensando haber descubierto que lo que había sido universalmente considerado como razón era sólo un espejismo de nuestra facultad cognoscitiva, se entregó por entero al escepticismo. Vamos a probar ahora si es posible hacer que la razón humana pase felizmente entre esas dos rocas, si es posible señalarle unos límites, dejando abierto, no obstante, todo el campo de actividad que corresponde a su fin (Kant, CRP, Segunda Parte, Sección Segunda, Parágrafo 14. Paso a la deducción trascendental de las categorías: A94).

Puesto que estos conceptos son a priori, esto es independientes de la experiencia y, sin embargo, se utilizan para configurar un “objeto de experiencia” (ein Gegenstand der Erfahrung) habrá que preguntarse acerca de su validez objetiva, su sentido y su significación. Esta será justamente la tarea que Kant emprenderá en toda la Lógica Trascendental. Veamos entonces la división de la obra en el próximo apartado. 

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