26 dic 2022

1.4 La Introducción a la CRP: Las formas del juicio

 

¿Cómo se resuelve, según Kant, el problema (la tarea, das Aufgabe) de la razón pura?

Kant comienza la Introducción de la Crítica de la Razón Pura en la edición de 1787 diciendo lo siguiente:

No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos y que ora producen por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento la capacidad del entendimiento para comparar estas representaciones, para enlazarlas o separarlas y para elaborar de este modo la materia bruta de las impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos denominado experiencia? Por consiguiente, en el orden temporal, ningún conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella (Kant, CRP, Introducción: B1).

Sin embargo, Kant aclara que, si bien todo conocimiento “comienza con” la experiencia, no todo nuestro conocimiento “procede de” ella. El conocimiento que proviene de la experiencia se denomina “empírico” y es siempre a posteriori, esto es, requiere de las impresiones de los sentidos, no encuentran su fuente en la razón pura. El conocimiento independiente de la experiencia es lo que Kant llama “a priori” y su fuente se encuentra en otra parte.

En lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que es independiente de esta o aquella experiencia. A él se opone el conocimiento empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la experiencia. Entre los conocimientos a priori reciben el nombre de puros aquellos a los que no se ha añadido nada empírico. Por ejemplo, la proposición «Todo cambio tiene su causa» es a priori, pero no pura, ya que el cambio es un concepto que sólo puede extraerse de la experiencia (Kant, CRP, Introducción: B2-B3).

¿Cuál es entonces la diferencia que establece Kant entre el conocimiento puro y el conocimiento empírico? En primer lugar, los conocimientos puros y a priori resultan “universales y necesarios”, mientras que la experiencia nos suministra conocimientos “particulares y contingentes”. El conocimiento a priori es válido universalmente, no admite ninguna excepción; mientras que la universalidad empírica no es otra cosa que la extensión arbitraria de la validez de un juicio de experiencia que siempre expresa una relación contingente entre dos conceptos.

Sin embargo, no debemos radicar allí la diferencia entre juicios analíticos y juicios sintéticos, sino por la relación que es posible establecer entre “sujeto” y “predicado”. Veamos entonces lo que dice Kant respecto de las formas del juicio como formas de la conexión (relación, Verbindung) entre sujeto y predicado.

En todos los juicios en los que se piensa la relación entre un sujeto y un predicado (me refiero sólo a los afirmativos, pues la aplicación de los negativos es fácil [después]), tal relación puede tener dos formas: o bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo que está (implícitamente) contenido en el concepto A, o bien B se halla completamente fuera del concepto A, aunque guarde con él alguna conexión. En el primer caso llamo al juicio analítico; en el segundo, sintético. Los juicios analíticos (afirmativos) son, pues, aquellos en que se piensa el lazo entre predicado y sujeto mediante la identidad; aquellos en que se piensa dicho lazo sin identidad se llamarán sintéticos. Podríamos también denominar los primeros juicios explicativos, y extensivos los segundos, ya que aquéllos no añaden nada al concepto del sujeto mediante el predicado, sino que simplemente lo descomponen en sus conceptos parciales, los cuales eran ya pensados en dicho concepto del sujeto (aunque de forma confusa). Por el contrario, los últimos añaden al concepto del sujeto un predicado que no era pensado en él ni podía extraerse de ninguna descomposición suya. Si digo, por ejemplo: «Todos los cuerpos son extensos», tenemos un juicio analítico. En efecto, no tengo necesidad de ir más allá del concepto que ligo a «cuerpo» para encontrar la extensión como enlazada con él. Para hallar ese predicado, no necesito sino descomponer dicho concepto, es decir, adquirir conciencia de la multiplicidad que siempre pienso en él. Se trata, pues, de un juicio analítico. Por el contrario, si digo «Todos los cuerpos son pesados», el predicado constituye algo completamente distinto de lo que pienso en el simple concepto de cuerpo en general. Consiguientemente, de la adición de semejante predicado surge un juicio sintético (Kant, CRP, Introducción: A6/A7-B10/B11).

Según Kant, entonces, en el juicio analítico el concepto predicado “está contenido” en el concepto sujeto. Es por ello que no agrega conocimiento nuevo y es meramente explicativo. Este sería el caso del juicio: “Todos los cuerpos son extensos”.

… Del cuerpo, tomado según su concepto, según aquello en vistas de lo cual nos lo representamos en general, podemos decir -debemos incluso decir- que es extenso, sea este un cuerpo geométrico o uno material, físico. El predicado “extenso” yace en el mismo concepto y este componente aparece tras la mera descomposición del concepto. La unidad representada de la relación de sujeto y predicado en el juicio “el cuerpo es extenso”, la copertenencia de ambos, tiene su fuente de determinación en el concepto de “cuerpo”. Cuando juzgo en general sobre un cuerpo, debo tener ya un cierto conocimiento del objeto en el sentido de su concepto. Si no se enuncia del objeto nada que no esté incluido en su concepto, es decir, si la verdad del juicio se funda exclusivamente en la descomposición, es un juicio analítico. La verdad del juicio se funda en el concepto desacoplado en tanto que tal (Heidegger, 2009: 204).

Por lo tanto, los juicios analíticos no dicen en el predicado nada que no haya estado contenido en el concepto sujeto, por ello su verdad se basa en el principio de identidad. Mientras que los juicios sintéticos agregan o añaden un predicado que no estaba incluido en el concepto sujeto. Por ello, su verdad no está fundada en el principio de identidad, de allí que para confirmarla (o rechazarla) debemos necesariamente “pasar por el objeto”. Esto quiere decir que debemos ir “más allá” del concepto y dirigirnos “hacia el objeto mismo” para afirmar la relación entre “sujeto y predicado”. Entonces, mientras que el juicio analítico es el resultado de la operación de análisis o descomposición realizada por el Entendimiento, el juicio sintético es el resultado de la operación de síntesis o de reunión.

La distinción clasifica los juicios según la posible diferencia del fundamento de determinación de la verdad de la relación sujeto-predicado. Si el fundamento de determinación yace en el concepto como tal, entonces el juicio es analítico; si yace en el objeto mismo, entonces es sintético. Este añade desde el objeto mismo algo al conocimiento que hasta entonces no se poseía del objeto, es ampliador, el juicio analítico, por el contrario, es solo explicativo (Heidegger, 2009: 207).

Ahora bien, podríamos pensar que los juicios analíticos son los únicos juicios a priori y que todos los juicios sintéticos son a posteriori y dependen de la experiencia. Sin embargo, Kant introduce una distinción entre los juicios sintéticos y reconoce la existencia (lógica) de una tercera clase de juicios: los juicios sintéticos a priori. Si la ciencia estuviera constituida exclusivamente por juicios analíticos (a priori) no permitiría la adquisición de nuevos conocimientos (ya que los juicios analíticos son explicativos, pero no amplían nuestro conocimiento) y si estuviera constituida exclusivamente por juicios sintéticos a posteriori no tendría ni la necesidad ni la universalidad requerida para configurarse como verdadera ciencia. Como ya lo señalara Hume, la proposición que liga un efecto y una causa es imposible a priori, esto es, sólo es posible establecer una relación causal entre dos fenómenos si esos fenómenos nos son “dados”. Pero, a la vez, según Hume, esta relación no es necesaria, sino que adquiere la apariencia de la necesidad gracias a la costumbre.

De allí que sea indispensable reconocer que existe otra clase de juicios que combinan la extensión de nuestro conocimiento con los rasgos de necesidad y universalidad. Estos son los que Kant llama juicios sintéticos a priori. Los juicios sintéticos a priori son aquellos en los que le agrego un predicado B extraño al concepto A y que, sin embargo, pienso ese enlace o relación con necesidad. Este sería el caso de una proposición tal como: “Todo lo que sucede tiene una causa”.

… En el concepto «algo que sucede» pienso, desde luego, una existencia a la que precede un tiempo, etc., y de tal concepto pueden desprenderse juicios analíticos. Pero el concepto de causa [se halla completamente fuera del concepto anterior e] indica algo distinto de «lo que sucede»; no está, pues, contenido en esta última representación. ¿Cómo llego, por tanto, a decir de «lo que sucede» algo completamente distinto y a reconocer que el concepto de causa pertenece a «lo que sucede» [e incluso de modo necesario], aunque no esté contenido en ello? ¿Qué es lo que constituye aquí la incógnita X en la que se apoya el entendimiento cuando cree hallar fuera del concepto A un predicado B extraño al primero y que considera, no obstante, como enlazado con él? No puede ser la experiencia, pues el mencionado principio no sólo ha añadido la segunda representación a la primera aumentando su generalidad, sino incluso expresando necesidad, es decir, de forma totalmente a priori y a partir de meros conceptos. El objetivo final de nuestro conocimiento especulativo a priori se basa por entero en semejantes principios sintéticos o extensivos. Pues, aunque los juicios analíticos son muy importantes y necesarios, solamente lo son con vistas a alcanzar la claridad de conceptos requerida para una síntesis amplia y segura, como corresponde a una adquisición realmente nueva (Kant, CRP, Introducción: A10-B14).

Una vez establecida la necesidad de la presencia de los juicios sintéticos a priori en las ciencias, Kant pasa a de-mostrar la existencia de este tipo de juicios en las dos ciencias consumadas de su época: la Matemática y la Física[1].

Así, primero tendrá que demostrar que los juicios de la Matemática son todos sintéticos, y luego que los juicios de la matemática pura son sintéticos y a priori. Como hemos dicho, lo que Kant quiere subrayar con el carácter “sintético” de los juicios es la idea de que el predicado no está contenido en el concepto sujeto y eso es lo que hace que en un juicio de esas características se agregue nuevo conocimiento, un conocimiento que no estaba incluido en el concepto sujeto. Esa es la estrategia utilizada por Kant para mostrar que juicios de la matemática tales como: “7 + 5 = 12” o ”La recta es la distancia más corta entre dos puntos” son sintéticos y a priori.

Luego, Kant va a mostrar que la ciencia natural (Física) contiene juicios sintéticos a priori como principios (als Prinzipien). Esto significa que, además de los juicios empíricos cuyo origen se encuentra en el intercambio entre nuestra sensibilidad y las cosas mismas (este punto lo aclararemos más adelante), en la ciencia natural existen otra clase de juicios que no necesitan del recurso a la experiencia para ser formulados. Kant presenta algunos ejemplos, tales como: “«En todas las modificaciones del mundo corpóreo permanece invariable la cantidad de materia», o «En toda transmisión de movimiento, acción y reacción serán siempre iguales». En estos casos, Kant utiliza el mismo argumento:

En efecto, en el concepto de materia no pienso la permanencia, sino sólo su presencia en el espacio que llena. Sobrepaso, pues, realmente el concepto de materia y le añado a priori algo que no pensaba en él. La proposición no es, por tanto, analítica, sino sintética y, no obstante, es pensada a priori. Lo mismo ocurre en el resto de las proposiciones pertenecientes a la parte pura de la ciencia natural (Kant, CRP, Introducción: B18).

Finalmente, lo que queda por demostrar es que la Metafísica contiene juicios sintéticos y a priori. Sin embargo, por el momento no tenemos la certeza de que así sea. Por ello, solo afirmamos que “según principios” (esto es, según los principios establecidos para “todas las ciencias” conforme a la naturaleza de la razón humana) la Metafísica debe contener juicios sintéticos a priori (sollen synthetische Erkenntnisse a priori enthalten sein).

 … Su tarea no consiste simplemente en analizar conceptos que nos hacemos a priori de algunas cosas y en explicarlos analíticamente por este medio, sino que pretendemos ampliar nuestro conocimiento a priori. Para ello tenemos que servirnos de principios que añadan al concepto dado algo que no estaba en él y alejarnos tanto del mismo, mediante juicios sintéticos a priori, que ni la propia experiencia puede seguirnos, como ocurre en la proposición «El mundo ha de tener un primer comienzo» y otras semejantes. La metafísica no se compone, pues, al menos según su fin, más que de proposiciones sintéticas a priori.

De esa manera, Kant llega a formular el problema (la tarea, das Aufgabe) general de la razón pura que consiste en preguntarse: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Para lo cual es necesario descomponer la pregunta en dos: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática pura? y ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física pura?

Como tales ciencias ya están realmente dadas, es oportuno preguntar cómo son posibles, ya que el hecho de que deben serlo queda demostrado por su realidad. Por lo que se refiere a la metafísica, la marcha negativa que hasta la fecha ha seguido hace dudar a todo el mundo, con razón, de su posibilidad. Esto, por una parte; por otra, ninguna de las formas adoptadas hasta hoy por la metafísica permite afirmar, por lo que a su objetivo esencial atañe, que exista realmente (Kant, CRP, Introducción: B20/B21).

Con respecto a la Metafísica, habrá que hacerse otra pregunta: ¿Cómo es posible la metafísica como ciencia? Puesto que de la Matemática y de la Física no podemos dudar de su cientificidad, y de la Metafísica no podemos dudar de su existencia como “disposición natural de la razón humana”, pero no podemos mostrar ni demostrar su cientificidad.

 Pero, teniendo en cuenta que todas las tentativas realizadas hasta la fecha para responder estas preguntas naturales (por ejemplo, si el mundo tiene un comienzo o existe desde toda la eternidad, etc.) siempre han chocado con ineludibles contradicciones, no podemos conformarnos con la simple disposición natural hacia la metafísica, es decir, con la facultad misma de la razón pura, de la que siempre nace alguna metafísica, sea la que sea. Más bien ha de ser posible llegar, gracias a dicha facultad, a la certeza sobre el conocimiento o desconocimiento de los objetos, es decir, a una decisión acerca de los objetos de sus preguntas, o acerca de la capacidad o falta de capacidad de la razón para juzgar sobre ellos. Por consiguiente, ha de ser posible, o bien ampliar la razón pura con confianza o bien ponerle barreras concretas y seguras. Esta última cuestión, que se desprende del problema universal anterior, sería, con razón, la siguiente: ¿cómo es posible la metafísica como ciencia? (Kant, CRP, Introducción: B22)

En este punto, Kant vuelve a retomar lo que había expresado en el prólogo (a la primera y a la segunda edición): sin una crítica de la razón pura, esto es, sin un conocimiento previo de la  amplitud y de los límites del uso de la razón pura más allá de las fronteras de la experiencia, no será posible la metafísica como ciencia. Esto significa que no hay que mantener las posiciones dogmáticas como válidas, pero tampoco desterrar, como los escépticos, a la Metafísica de su dominio dentro del campo del conocimiento. Puesto que la Metafísica, como tal, es una ciencia que es imprescindible para la razón humana, “una ciencia de la que se puede cortar el tronco cada vez que rebrote, pero de la que no se pueden arrancar las raíces” (Kant, CRP, Introducción: B24).

De este modo, Kant introduce una nueva disciplina en el terreno del conocimiento, una ciencia que, bajo el nombre de Crítica de la Razón Pura, se ocupe de responder a estas cuestiones para, finalmente, resolver el problema de la metafísica. En el próximo apartado de la Introducción, Kant se ocupará de la disciplina encargada de someter a examen (el tribunal al que hacía referencia en el prólogo a la primera edición) a la razón misma, de analizar sus fuentes y sus límites, antes de construir el sistema de conocimientos al que aspira la razón pura. Y si bien ella no serviría para ampliar la capacidad de nuestra razón, al menos servirá para “clarificarla y preservarla de errores”, con lo cual Kant hace de la Crítica de la Razón una “teoría del conocimiento humano”. 



[1] Ver: Introducción a la Crítica de la Razón Pura, 2da. Edición, V. Todas las ciencias teóricas de la razón contienen juicios sintéticos a priori como principios.

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