¿Cómo se resuelve, según Kant, el problema (la tarea, das
Aufgabe) de la razón pura?
Kant
comienza la Introducción de la Crítica de la Razón Pura en la edición de
1787 diciendo lo siguiente:
No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento
comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la
facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos y que
ora producen por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento la
capacidad del entendimiento para comparar estas representaciones, para
enlazarlas o separarlas y para elaborar de este modo la materia bruta de las
impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos denominado
experiencia? Por consiguiente, en el orden temporal, ningún
conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con
ella (Kant, CRP, Introducción: B1).
Sin
embargo, Kant aclara que, si bien todo conocimiento “comienza con” la
experiencia, no todo nuestro conocimiento “procede de” ella. El conocimiento
que proviene de la experiencia se denomina “empírico” y es siempre a
posteriori, esto es, requiere de las impresiones de los sentidos, no
encuentran su fuente en la razón pura. El conocimiento independiente de la
experiencia es lo que Kant llama “a priori” y su fuente se encuentra en
otra parte.
En lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a
priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que
es independiente de esta o aquella experiencia. A él se opone el conocimiento
empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la
experiencia. Entre los conocimientos a priori reciben el nombre de puros
aquellos a los que no se ha añadido nada empírico. Por ejemplo, la proposición
«Todo cambio tiene su causa» es a priori, pero no pura, ya que el cambio
es un concepto que sólo puede extraerse de la experiencia (Kant, CRP,
Introducción: B2-B3).
¿Cuál
es entonces la diferencia que establece Kant entre el conocimiento puro y el
conocimiento empírico? En primer lugar, los conocimientos puros y a priori
resultan “universales y necesarios”, mientras que la experiencia nos suministra
conocimientos “particulares y contingentes”. El conocimiento a priori es
válido universalmente, no admite ninguna excepción; mientras que la
universalidad empírica no es otra cosa que la extensión arbitraria de la
validez de un juicio de experiencia que siempre expresa una relación
contingente entre dos conceptos.
Sin
embargo, no debemos radicar allí la diferencia entre juicios analíticos y
juicios sintéticos, sino por la relación que es posible establecer entre
“sujeto” y “predicado”. Veamos entonces lo que dice Kant respecto de las formas
del juicio como formas de la conexión (relación, Verbindung) entre
sujeto y predicado.
En todos los juicios en los que se piensa la relación
entre un sujeto y un predicado (me refiero sólo a los afirmativos, pues la
aplicación de los negativos es fácil [después]), tal relación puede tener dos
formas: o bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo que está
(implícitamente) contenido en el concepto A, o bien B se halla completamente fuera
del concepto A, aunque guarde con él alguna conexión. En el primer caso llamo
al juicio analítico; en el segundo, sintético. Los juicios analíticos
(afirmativos) son, pues, aquellos en que se piensa el lazo entre predicado y sujeto
mediante la identidad; aquellos en que se piensa dicho lazo sin identidad se
llamarán sintéticos. Podríamos también denominar los primeros juicios explicativos,
y extensivos los segundos, ya que aquéllos no añaden nada al concepto
del sujeto mediante el predicado, sino que simplemente lo descomponen en sus
conceptos parciales, los cuales eran ya pensados en dicho concepto del sujeto
(aunque de forma confusa). Por el contrario, los últimos añaden al concepto del
sujeto un predicado que no era pensado en él ni podía extraerse de ninguna
descomposición suya. Si digo, por ejemplo: «Todos los cuerpos son extensos»,
tenemos un juicio analítico. En efecto, no tengo necesidad de ir más allá del
concepto que ligo a «cuerpo» para encontrar la extensión como enlazada con él.
Para hallar ese predicado, no necesito sino descomponer dicho concepto, es decir,
adquirir conciencia de la multiplicidad que siempre pienso en él. Se trata,
pues, de un juicio analítico. Por el contrario, si digo «Todos los cuerpos son
pesados», el predicado constituye algo completamente distinto de lo que pienso
en el simple concepto de cuerpo en general. Consiguientemente, de la adición de
semejante predicado surge un juicio sintético (Kant, CRP, Introducción:
A6/A7-B10/B11).
Según Kant,
entonces, en el juicio analítico el concepto predicado “está contenido” en el
concepto sujeto. Es por ello que no agrega conocimiento nuevo y es meramente
explicativo. Este sería el caso del juicio: “Todos los cuerpos son extensos”.
… Del cuerpo, tomado según su concepto, según aquello en
vistas de lo cual nos lo representamos en general, podemos decir -debemos
incluso decir- que es extenso, sea este un cuerpo geométrico o uno material,
físico. El predicado “extenso” yace en el mismo concepto y este componente
aparece tras la mera descomposición del concepto. La unidad representada de la
relación de sujeto y predicado en el juicio “el cuerpo es extenso”, la
copertenencia de ambos, tiene su fuente de determinación en el concepto de
“cuerpo”. Cuando juzgo en general sobre un cuerpo, debo tener ya un cierto
conocimiento del objeto en el sentido de su concepto. Si no se enuncia del
objeto nada que no esté incluido en su concepto, es decir, si la verdad del
juicio se funda exclusivamente en la descomposición, es un juicio analítico. La
verdad del juicio se funda en el concepto desacoplado en tanto que tal
(Heidegger, 2009: 204).
Por lo tanto, los
juicios analíticos no dicen en el predicado nada que no haya estado contenido
en el concepto sujeto, por ello su verdad se basa en el principio de identidad.
Mientras que los juicios sintéticos agregan o añaden un predicado que no estaba
incluido en el concepto sujeto. Por ello, su verdad no está fundada en el
principio de identidad, de allí que para confirmarla (o rechazarla) debemos
necesariamente “pasar por el objeto”. Esto quiere decir que debemos ir “más
allá” del concepto y dirigirnos “hacia el objeto mismo” para afirmar la
relación entre “sujeto y predicado”. Entonces, mientras que el juicio analítico
es el resultado de la operación de análisis o descomposición realizada por el
Entendimiento, el juicio sintético es el resultado de la operación de síntesis
o de reunión.
La distinción clasifica los juicios según la posible
diferencia del fundamento de determinación de la verdad de la relación
sujeto-predicado. Si el fundamento de determinación yace en el concepto como
tal, entonces el juicio es analítico; si yace en el objeto mismo, entonces es
sintético. Este añade desde el objeto mismo algo al conocimiento que hasta
entonces no se poseía del objeto, es ampliador, el juicio analítico, por el
contrario, es solo explicativo (Heidegger, 2009: 207).
Ahora
bien, podríamos pensar que los juicios analíticos son los únicos juicios a
priori y que todos los juicios sintéticos son a posteriori y
dependen de la experiencia. Sin embargo, Kant introduce una distinción entre
los juicios sintéticos y reconoce la existencia (lógica) de una tercera clase
de juicios: los juicios sintéticos a priori. Si la ciencia estuviera
constituida exclusivamente por juicios analíticos (a priori) no
permitiría la adquisición de nuevos conocimientos (ya que los juicios
analíticos son explicativos, pero no amplían nuestro conocimiento) y si
estuviera constituida exclusivamente por juicios sintéticos a posteriori
no tendría ni la necesidad ni la universalidad requerida para configurarse como
verdadera ciencia. Como ya lo señalara Hume, la proposición que liga un efecto
y una causa es imposible a priori, esto es, sólo es posible establecer una
relación causal entre dos fenómenos si esos fenómenos nos son “dados”. Pero, a
la vez, según Hume, esta relación no es necesaria, sino que adquiere la
apariencia de la necesidad gracias a la costumbre.
De allí que sea indispensable reconocer que existe otra clase de juicios que combinan la extensión de nuestro conocimiento con los rasgos de necesidad y universalidad. Estos son los que Kant llama juicios sintéticos a priori. Los juicios sintéticos a priori son aquellos en los que le agrego un predicado B extraño al concepto A y que, sin embargo, pienso ese enlace o relación con necesidad. Este sería el caso de una proposición tal como: “Todo lo que sucede tiene una causa”.
… En el concepto «algo que sucede» pienso, desde luego,
una existencia a la que precede un tiempo, etc., y de tal concepto pueden
desprenderse juicios analíticos. Pero el concepto de causa [se halla
completamente fuera del concepto anterior e] indica algo distinto de «lo que
sucede»; no está, pues, contenido en esta última representación. ¿Cómo llego,
por tanto, a decir de «lo que sucede» algo completamente distinto y a reconocer
que el concepto de causa pertenece a «lo que sucede» [e incluso de modo
necesario], aunque no esté contenido en ello? ¿Qué es lo que constituye aquí la
incógnita X en la que se apoya el entendimiento cuando cree hallar fuera del
concepto A un predicado B extraño al primero y que considera, no obstante, como
enlazado con él? No puede ser la experiencia, pues el mencionado principio no
sólo ha añadido la segunda representación a la primera aumentando su
generalidad, sino incluso expresando necesidad, es decir, de forma totalmente a
priori y a partir de meros conceptos. El objetivo final de nuestro
conocimiento especulativo a priori se basa por entero en semejantes
principios sintéticos o extensivos. Pues, aunque los juicios analíticos son muy
importantes y necesarios, solamente lo son con vistas a alcanzar la claridad de
conceptos requerida para una síntesis amplia y segura, como corresponde a una
adquisición realmente nueva (Kant, CRP, Introducción: A10-B14).
Una
vez establecida la necesidad de la presencia de los juicios sintéticos a
priori en las ciencias, Kant pasa a de-mostrar la existencia de este tipo
de juicios en las dos ciencias consumadas de su época: la Matemática y la Física[1].
Así,
primero tendrá que demostrar que los juicios de la Matemática son todos
sintéticos, y luego que los juicios de la matemática pura son sintéticos y a
priori. Como hemos dicho, lo que Kant quiere subrayar con el carácter
“sintético” de los juicios es la idea de que el predicado no está contenido en
el concepto sujeto y eso es lo que hace que en un juicio de esas
características se agregue nuevo conocimiento, un conocimiento que no estaba
incluido en el concepto sujeto. Esa es la estrategia utilizada por Kant para
mostrar que juicios de la matemática tales como: “7 + 5 = 12” o ”La recta es la
distancia más corta entre dos puntos” son sintéticos y a priori.
Luego,
Kant va a mostrar que la ciencia natural (Física) contiene juicios sintéticos a
priori como principios (als Prinzipien). Esto significa que, además
de los juicios empíricos cuyo origen se encuentra en el intercambio entre
nuestra sensibilidad y las cosas mismas (este punto lo aclararemos más
adelante), en la ciencia natural existen otra clase de juicios que no necesitan
del recurso a la experiencia para ser formulados. Kant presenta algunos
ejemplos, tales como: “«En todas las modificaciones del mundo corpóreo
permanece invariable la cantidad de materia», o «En toda transmisión de
movimiento, acción y reacción serán siempre iguales». En estos casos, Kant
utiliza el mismo argumento:
En efecto, en el concepto de materia no pienso la
permanencia, sino sólo su presencia en el espacio que llena. Sobrepaso, pues,
realmente el concepto de materia y le añado a priori algo que no pensaba en él.
La proposición no es, por tanto, analítica, sino sintética y, no obstante, es
pensada a priori. Lo mismo ocurre en el resto de las proposiciones
pertenecientes a la parte pura de la ciencia natural (Kant, CRP, Introducción:
B18).
Finalmente, lo que queda por demostrar es que la Metafísica contiene juicios sintéticos y a priori. Sin embargo, por el momento no tenemos la certeza de que así sea. Por ello, solo afirmamos que “según principios” (esto es, según los principios establecidos para “todas las ciencias” conforme a la naturaleza de la razón humana) la Metafísica debe contener juicios sintéticos a priori (sollen synthetische Erkenntnisse a priori enthalten sein).
De
esa manera, Kant llega a formular el problema (la tarea, das Aufgabe) general
de la razón pura que consiste en preguntarse: ¿Cómo son posibles los juicios
sintéticos a priori? Para lo cual es necesario descomponer la pregunta
en dos: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática
pura? y ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física pura?
Como tales ciencias ya están realmente dadas, es oportuno
preguntar cómo son posibles, ya que el hecho de que deben serlo queda
demostrado por su realidad. Por lo que se refiere a la metafísica, la marcha
negativa que hasta la fecha ha seguido hace dudar a todo el mundo, con razón,
de su posibilidad. Esto, por una parte; por otra, ninguna de las formas
adoptadas hasta hoy por la metafísica permite afirmar, por lo que a su objetivo
esencial atañe, que exista realmente (Kant, CRP, Introducción: B20/B21).
Con respecto a la Metafísica, habrá que hacerse otra pregunta: ¿Cómo es posible la metafísica como ciencia? Puesto que de la Matemática y de la Física no podemos dudar de su cientificidad, y de la Metafísica no podemos dudar de su existencia como “disposición natural de la razón humana”, pero no podemos mostrar ni demostrar su cientificidad.
En
este punto, Kant vuelve a retomar lo que había expresado en el prólogo (a la
primera y a la segunda edición): sin una crítica de la razón pura, esto es, sin
un conocimiento previo de la amplitud y
de los límites del uso de la razón pura más allá de las fronteras de la
experiencia, no será posible la metafísica como ciencia. Esto significa que no
hay que mantener las posiciones dogmáticas como válidas, pero tampoco
desterrar, como los escépticos, a la Metafísica de su dominio dentro del campo
del conocimiento. Puesto que la Metafísica, como tal, es una ciencia que es
imprescindible para la razón humana, “una ciencia de la que se puede cortar el
tronco cada vez que rebrote, pero de la que no se pueden arrancar las raíces”
(Kant, CRP, Introducción: B24).
De
este modo, Kant introduce una nueva disciplina en el terreno del conocimiento,
una ciencia que, bajo el nombre de Crítica de la Razón Pura, se ocupe de
responder a estas cuestiones para, finalmente, resolver el problema de la
metafísica. En el próximo apartado de la Introducción, Kant se ocupará de la
disciplina encargada de someter a examen (el tribunal al que hacía referencia
en el prólogo a la primera edición) a la razón misma, de analizar sus fuentes y
sus límites, antes de construir el sistema de conocimientos al que aspira la
razón pura. Y si bien ella no serviría para ampliar la capacidad de nuestra
razón, al menos servirá para “clarificarla y preservarla de errores”, con lo
cual Kant hace de la Crítica de la Razón una “teoría del conocimiento humano”.
[1] Ver: Introducción a la Crítica de la Razón Pura, 2da. Edición, V.
Todas las ciencias teóricas de la razón contienen juicios sintéticos a priori
como principios.
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