¿Por qué hay que responder a la pregunta acerca de la posibilidad de los
juicios sintéticos a priori?
Para
Kant, el “problema general de la razón pura” es responder a la pregunta: ¿cómo
son posibles los juicios sintéticos a priori? Y luego preguntarse si
esta clase de juicios son posibles en el terreno de la Metafísica. Todo ello en
vistas a dar cuenta de la pregunta general: ¿es posible la metafísica (como
ciencia, als Wissenschaft?)?
Si fuese real la metafísica, que pretende ser ciencia, si
se pudiera decir: aquí está la metafísica, no necesitáis más que estudiarla, y
os convenceréis irresistible e invariablemente de su verdad, sería, pues, la
pregunta innecesaria… Ahora bien, en este caso, la razón humana no ha sido tan
feliz. No se puede presentar un solo libro, como se puede presentar un libro de
Euclides, y decir: ésta es la metafísica, aquí tenéis el objeto más noble de
esta ciencia, el conocimiento de un ser más alto y de un mundo futuro, probados
por el principio de la razón pura. Pues se nos puede, en efecto, mostrar muchas
proposiciones, las cuales son ciertas apodícticamente y nunca serán
contradichas; pero éstas son todas analíticas y conciernen más a los materiales
y a los medios de construcción de la metafísica que a la ampliación del
conocimiento, la cual, pues, debe ser, en ella, nuestro propio designio. Pero
si mostráis también proposiciones sintéticas (por ejemplo, el principio de
razón suficiente), las cuales jamás habéis probado por la mera razón, por
tanto, a priori, como era vuestro deber, pero que os son gustosamente
concedidas, entonces, si queréis serviros de ellas para vuestro principal
objeto, incurrís en tan impropias e inseguras afirmaciones que, con ellas, ha
contradicho para siempre una metafísica a la otra, ya sea con relación a las
afirmaciones mismas o a sus pruebas, y por esto, ha destruido ella misma su
aspiración a la aprobación duradera… (Kant, Prolegómenos, Parágrafo 4).
Como
podemos observar, Kant no se pregunta (como lo hicieron Descartes, Locke o
Hume) acerca de la “claridad y distinción” de “las ideas”, sino de la
posibilidad de reconocer, entre las proposiciones de la metafísica, algunas
acerca de las cuales no se pueda dudar de su validez ni de su certeza, lo que
no es posible simplemente respondiendo a las objeciones escépticas en nombre de
una “metafísica verdadera”, sino por el contrario, desde el concepto, aún
problemático, de una ciencia como la Metafísica.
Kant
no propone entonces resolver el “problema de la metafísica” agregando una nueva
postura dogmática a favor de la metafísica contra las objeciones del
escepticismo, sino redefinir la cuestión en los términos de “la posibilidad de
la metafísica como una ciencia”. De esta manera, Kant desplaza la cuestión
acerca del “origen” de nuestras representaciones verdaderas (eje de la
discusión entre innatistas y empiristas) y la reemplaza por lo que será el eje
central de todo su razonamiento: el preguntarse por la posibilidad, por las
condiciones de posibilidad del conocimiento humano en general y de la metafísica
como ciencia en particular.
Para
responder a esta cuestión será necesario: identificar los juicios propios de la
ciencia, preguntarse por sus fundamentos y, finalmente, decidir si esa clase de
juicios son posibles en el dominio de la Metafísica.
Mi intención es convencer a todos los que encuentran de
algún valor ocuparse en el estudio de la metafísica, de que es absolutamente
necesario, antes de emprender su trabajo, que consideren como no sucedido todo
lo que ha pasado hasta aquí, y, ante todo, se formulen esta pregunta: ¿es
posible algo semejante a la metafísica? Si es una ciencia, ¿por qué no puede
ser objeto, como las otras ciencias, de una aprobación permanente? Si no es
ciencia, ¿por qué hace incesantes alardes de tal y detiene al entendimiento
humano con esperanzas, si nunca extintas, jamás satisfechas? Sea su ser o su no
ser lo que se pueda demostrar, es preciso llegar a una conclusión segura acerca
de la naturaleza de esta ciencia arrogante; porque, con respecto a ella, es
imposible que permanezcamos más largo tiempo en la misma situación. Parece casi
digno de risa que, mientras todas las ciencias progresan incesantemente, la que
se tiene por la sabiduría misma, cuyo oráculo todos los hombres consultan, dé
vueltas siempre en la misma dirección, sin poder avanzar un paso... (Kant, Prolegómenos,
Prefacio).
Veamos
entonces la conexión entre lo que Kant llama “el problema general de la razón
pura” y la pregunta acerca de la posibilidad de los juicios sintéticos a
priori.
En
primer lugar, recordemos que para Kant la ciencia tiene una estructura
proposicional, esto es, podemos reconocer en ella un “conjunto de
proposiciones” que hablan acerca de una región de “objetos”. Según Kant, la
especificidad de una disciplina puede estar dada por la diferencia de objetos,
por la diferencia entre las fuentes de conocimiento o incluso por la diferencia
entre las formas de conocer. De todo ello o de uno de esos rasgos depende cada dominio
o territorio del conocimiento científico. En este sentido, la Metafísica se
caracteriza por ser una ciencia que abandona el campo de toda experiencia
posible y tiene la pretensión de extender nuestros juicios más allá de todos
los límites de la misma por medio de conceptos que no se corresponden a ningún
objeto empírico.
Y es precisamente en estos últimos conocimientos que
traspasan el mundo de los sentidos y en los que la experiencia no puede
proporcionar ni guía ni rectificación donde la razón desarrolla aquellas
investigaciones que, por su importancia, nosotros consideramos como más
sobresalientes y de finalidad más relevante que todo cuanto puede aprender el
entendimiento en el campo fenoménico. Por ello preferimos afrontarlo todo, aun a
riesgo de equivocarnos, antes que abandonar tan urgentes investigaciones por
falta de resolución, por desdén o por indiferencia. Estos inevitables problemas
de la misma razón pura son: Dios, la libertad y la inmortalidad. Pero la
ciencia que, con todos sus aprestos, tiene por único objetivo final el
resolverlos es la metafísica. (Kant, CRP, Introducción: A3-B7, el
subrayado es nuestro).
Sin
embargo, en cuanto ciencia, la Metafísica formula juicios que pretenden dar
cuenta/ hacer visible/ hacer manifiesto aquello de lo cual habla. Como señala Martin Heidegger:
En este hacer manifiesto se muestra lo mentado, se hace
perceptible, y lo percibido se determina en el hablar sobre ello. Este
determinar lo experimentado y lo percibido haciéndolo manifiesto, no es otra
cosa que lo que comúnmente llamamos pensar y reflexionar (Heidegger, 2009: 15).
Por
lo tanto, el conocer está ligado al juzgar. Es por ello que se vuelve necesario
reconocer las diferentes figuras que los juicios-enunciados tienen de “decir”
algo respecto de los objetos. Además, si los juicios (como decía Aristóteles)
son el lugar donde se asienta la verdad, se vuelve relevante la investigación
sobre las formas del juicio en la obra capital de Kant en la medida en
que debemos establecer las condiciones de posibilidad de la verdad. Más
adelante volveremos sobre esto.
Kant
recupera entonces la reflexión acerca de las formas del juicio (cuya
forma lógica rectora es el enunciado simple afirmativo: “S es P”), para
analizar las conexiones que es posible establecer entre Sujeto y Predicado. Y
justamente será de esta conexión que dependerá la verdad de los enunciados.
Puesto que el predicado es aquello que se expresa acerca de un sujeto, si lo
que dice el predicado sobre el sujeto en el enunciado es verdadero, entonces el
enunciado es verdadero. Del carácter de la conexión dependerá el fundamento de
la verdad del enunciado. Es por ello que se va a detener a analizar primero la
diferencia entre el conocimiento “puro” y el “conocimiento empírico” y luego la
distinción entre “juicios analíticos” y “juicios sintéticos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario