26 dic 2022

1.3 Introducción a la CRP: La estructura proposicional de la ciencia

 

¿Por qué hay que responder a la pregunta acerca de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori?

Para Kant, el “problema general de la razón pura” es responder a la pregunta: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Y luego preguntarse si esta clase de juicios son posibles en el terreno de la Metafísica. Todo ello en vistas a dar cuenta de la pregunta general: ¿es posible la metafísica (como ciencia, als Wissenschaft?)?

Si fuese real la metafísica, que pretende ser ciencia, si se pudiera decir: aquí está la metafísica, no necesitáis más que estudiarla, y os convenceréis irresistible e invariablemente de su verdad, sería, pues, la pregunta innecesaria… Ahora bien, en este caso, la razón humana no ha sido tan feliz. No se puede presentar un solo libro, como se puede presentar un libro de Euclides, y decir: ésta es la metafísica, aquí tenéis el objeto más noble de esta ciencia, el conocimiento de un ser más alto y de un mundo futuro, probados por el principio de la razón pura. Pues se nos puede, en efecto, mostrar muchas proposiciones, las cuales son ciertas apodícticamente y nunca serán contradichas; pero éstas son todas analíticas y conciernen más a los materiales y a los medios de construcción de la metafísica que a la ampliación del conocimiento, la cual, pues, debe ser, en ella, nuestro propio designio. Pero si mostráis también proposiciones sintéticas (por ejemplo, el principio de razón suficiente), las cuales jamás habéis probado por la mera razón, por tanto, a priori, como era vuestro deber, pero que os son gustosamente concedidas, entonces, si queréis serviros de ellas para vuestro principal objeto, incurrís en tan impropias e inseguras afirmaciones que, con ellas, ha contradicho para siempre una metafísica a la otra, ya sea con relación a las afirmaciones mismas o a sus pruebas, y por esto, ha destruido ella misma su aspiración a la aprobación duradera… (Kant, Prolegómenos, Parágrafo 4).

Como podemos observar, Kant no se pregunta (como lo hicieron Descartes, Locke o Hume) acerca de la “claridad y distinción” de “las ideas”, sino de la posibilidad de reconocer, entre las proposiciones de la metafísica, algunas acerca de las cuales no se pueda dudar de su validez ni de su certeza, lo que no es posible simplemente respondiendo a las objeciones escépticas en nombre de una “metafísica verdadera”, sino por el contrario, desde el concepto, aún problemático, de una ciencia como la Metafísica.

Kant no propone entonces resolver el “problema de la metafísica” agregando una nueva postura dogmática a favor de la metafísica contra las objeciones del escepticismo, sino redefinir la cuestión en los términos de “la posibilidad de la metafísica como una ciencia”. De esta manera, Kant desplaza la cuestión acerca del “origen” de nuestras representaciones verdaderas (eje de la discusión entre innatistas y empiristas) y la reemplaza por lo que será el eje central de todo su razonamiento: el preguntarse por la posibilidad, por las condiciones de posibilidad del conocimiento humano en general y de la metafísica como ciencia en particular.

Para responder a esta cuestión será necesario: identificar los juicios propios de la ciencia, preguntarse por sus fundamentos y, finalmente, decidir si esa clase de juicios son posibles en el dominio de la Metafísica.

Mi intención es convencer a todos los que encuentran de algún valor ocuparse en el estudio de la metafísica, de que es absolutamente necesario, antes de emprender su trabajo, que consideren como no sucedido todo lo que ha pasado hasta aquí, y, ante todo, se formulen esta pregunta: ¿es posible algo semejante a la metafísica? Si es una ciencia, ¿por qué no puede ser objeto, como las otras ciencias, de una aprobación permanente? Si no es ciencia, ¿por qué hace incesantes alardes de tal y detiene al entendimiento humano con esperanzas, si nunca extintas, jamás satisfechas? Sea su ser o su no ser lo que se pueda demostrar, es preciso llegar a una conclusión segura acerca de la naturaleza de esta ciencia arrogante; porque, con respecto a ella, es imposible que permanezcamos más largo tiempo en la misma situación. Parece casi digno de risa que, mientras todas las ciencias progresan incesantemente, la que se tiene por la sabiduría misma, cuyo oráculo todos los hombres consultan, dé vueltas siempre en la misma dirección, sin poder avanzar un paso... (Kant, Prolegómenos, Prefacio).

Veamos entonces la conexión entre lo que Kant llama “el problema general de la razón pura” y la pregunta acerca de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori.

En primer lugar, recordemos que para Kant la ciencia tiene una estructura proposicional, esto es, podemos reconocer en ella un “conjunto de proposiciones” que hablan acerca de una región de “objetos”. Según Kant, la especificidad de una disciplina puede estar dada por la diferencia de objetos, por la diferencia entre las fuentes de conocimiento o incluso por la diferencia entre las formas de conocer. De todo ello o de uno de esos rasgos depende cada dominio o territorio del conocimiento científico. En este sentido, la Metafísica se caracteriza por ser una ciencia que abandona el campo de toda experiencia posible y tiene la pretensión de extender nuestros juicios más allá de todos los límites de la misma por medio de conceptos que no se corresponden a ningún objeto empírico.  

Y es precisamente en estos últimos conocimientos que traspasan el mundo de los sentidos y en los que la experiencia no puede proporcionar ni guía ni rectificación donde la razón desarrolla aquellas investigaciones que, por su importancia, nosotros consideramos como más sobresalientes y de finalidad más relevante que todo cuanto puede aprender el entendimiento en el campo fenoménico. Por ello preferimos afrontarlo todo, aun a riesgo de equivocarnos, antes que abandonar tan urgentes investigaciones por falta de resolución, por desdén o por indiferencia. Estos inevitables problemas de la misma razón pura son: Dios, la libertad y la inmortalidad. Pero la ciencia que, con todos sus aprestos, tiene por único objetivo final el resolverlos es la metafísica. (Kant, CRP, Introducción: A3-B7, el subrayado es nuestro).

Sin embargo, en cuanto ciencia, la Metafísica formula juicios que pretenden dar cuenta/ hacer visible/ hacer manifiesto aquello de lo cual habla.  Como señala Martin Heidegger:

En este hacer manifiesto se muestra lo mentado, se hace perceptible, y lo percibido se determina en el hablar sobre ello. Este determinar lo experimentado y lo percibido haciéndolo manifiesto, no es otra cosa que lo que comúnmente llamamos pensar y reflexionar (Heidegger, 2009: 15).

Por lo tanto, el conocer está ligado al juzgar. Es por ello que se vuelve necesario reconocer las diferentes figuras que los juicios-enunciados tienen de “decir” algo respecto de los objetos. Además, si los juicios (como decía Aristóteles) son el lugar donde se asienta la verdad, se vuelve relevante la investigación sobre las formas del juicio en la obra capital de Kant en la medida en que debemos establecer las condiciones de posibilidad de la verdad. Más adelante volveremos sobre esto.

Kant recupera entonces la reflexión acerca de las formas del juicio (cuya forma lógica rectora es el enunciado simple afirmativo: “S es P”), para analizar las conexiones que es posible establecer entre Sujeto y Predicado. Y justamente será de esta conexión que dependerá la verdad de los enunciados. Puesto que el predicado es aquello que se expresa acerca de un sujeto, si lo que dice el predicado sobre el sujeto en el enunciado es verdadero, entonces el enunciado es verdadero. Del carácter de la conexión dependerá el fundamento de la verdad del enunciado. Es por ello que se va a detener a analizar primero la diferencia entre el conocimiento “puro” y el “conocimiento empírico” y luego la distinción entre “juicios analíticos” y “juicios sintéticos”.


No hay comentarios: