¿Por qué es
necesario llevar adelante una “crítica” de la razón?
La obra capital
de Kant fue escrita a fines del siglo XVIII. En esa época, la preocupación por
encontrar el “camino” que nos conduzca hacia la verdadera ciencia había
suscitado una serie de discusiones interminables de modo que, la “metafísica”
se había convertido, al decir de Kant, en un campo de batalla (Kampfplatz).
La Crítica de la Razón pura (CRP),
publicada en 1781 y modificada considerablemente en la 2da. Edición de 1787,
fue interpretada en primer lugar como una variante del escepticismo de Hume
pero poco a poco fue encontrando su lugar y el eco que su autor esperaba,
convirtiendo a Kant (1724-1804) en el filósofo más importante de su época, reconocido por Fichte, Schelling, Hegel,
Goethe, Hölderling (Leyva, 2010). Desde
entonces, esta obra en particular y la obra de Kant en general, ha sido leída,
interpretada, desarrollada y discutida en forma incesante en los últimos dos
siglos en el marco de diversas tradiciones, vertientes y disciplinas. A
nosotros, nos interesa analizar de qué modo se inscribe la CRP en la
constitución de la teoría de conocimiento. Constitución y, al mismo tiempo, cumplimiento (Erfüllung, realización), culminación de la “teoría clásica del
conocimiento”.
Entendemos por “teoría clásica del
conocimiento” o “tradición gnoseológica”, los intentos de fundamentación de la
ciencia que, de Descartes a Hume, fueron llevados a cabo durante los siglos
XVII y XVIII a partir del análisis de las representaciones cognoscitivas.
En la Alemania de fines del siglo
XVIII, la concepción dominante de la metafísica está atravesada por la obra de
Christian Wolff (1679-1754). Wolff fue el hombre que logró imponer en
las universidades alemanas, a comienzos del siglo XVIII, el modo de filosofar
que Descartes (1596-1650) había inaugurado en el Occidente europeo durante el
siglo anterior[1].
Además, Wolff favorece una enseñanza de la filosofía de corte netamente
“escolar” que combina el “moderno” (y cartesiano) afán de claridad y rigor
demostrativo con la preocupación didáctica y enciclopédica propia de la
tradición de las universidades alemanas. En su metafísica, el “método” y las
nociones fundamentales son cartesianas, pero la minuciosidad de los conceptos
continúa los hábitos de la escolástica alemana (Torretti, 1967).
Para Wolff, el
conocimiento filosófico debe estar “organizado”, conforme a las exigencias del
“método geométrico”, en un “sistema de ciencias” que constituirán lo que se
denominará “Metafísica”. Esta philosophia
prima es una ciencia demostrativa de la cual las demás tomarán sus
principios. Wolff reconoce a la Ontología o “ciencia del ente en cuanto ente”,
que trata del ente en general y de las afecciones generales del ente, cuya
definición coincide con la aristotélica “πρώτε φιλοσοφία” descripta en
el Libro VI de la Metafísica. Sin embargo, la doble tradición que profesa lo
lleva a concebir a la metafísica de una manera más amplia: denomina
“metafísica” a un conjunto de disciplinas que incluye a la Psicología
(racional) como “estudio del alma” y a la Teología (natural) como “estudio de
Dios”. Además, las exigencias de orden demostrativo lo obligan a incorporar una
cuarta disciplina como parte de la Metafísica: la Cosmología racional o ciencia
del mundo. El conjunto de estas cuatro disciplinas, a su vez, suministran los
principios (die Prinzipien) para
todas las demás ramas del saber: en la metafísica se fundan la Lógica, la
Física y la Filosofía práctica.
En los compendios
alemanes del siglo XVIII, la Metafísica aparece entonces dividida en dos
grandes ramas: la Metafísica general
(u Ontología) que trata del “ente en general” y la Metafísica especial, que trata de diversos tipos especiales de
ente: el alma, el mundo y Dios. Esta división de la Metafísica en una rama
general y otra especial también está presente y determina el esquema de
organización interna de la Crítica de la
Razón Pura en lo que concierne a la 2da. Parte de la Lógica trascendental
(la Dialéctica trascendental). Luego volveremos sobre la estructura de la obra
capital de Kant.
La exigencia de
“rigurosidad metódica” propia del pensamiento moderno llevó a Wolff a organizar
los contenidos de la metafísica. Y no sólo eso, sino también la exigencia de
certeza y rigurosidad le dio una “figura histórica” a la metafísica con la que
se encontró Kant: Wolff se dispuso a cumplir su propósito de presentar todas
las verdades en su conexión mutua partiendo de “principios” pero David Hume (1711-1776)
dirigió a la metafísica uno de los más decisivos ataques que esa “atrevida”
ciencia pudiera sufrir.
En los Prolegómenos de 1783[2], Kant considera que el
problema que le preocupaba a Hume no había sido comprendido por sus
adversarios. Según Kant, Hume había partido de un concepto muy importante de la
metafísica: el concepto de vínculo o conexión necesaria entre “causa” y
“efecto” y se había preguntado acerca de las condiciones de su uso y de las
esferas en las cuales este uso puede ser válido. Hume se había preguntado en
qué fundaba su “validez objetiva” la noción de “conexión necesaria”, ya que no
podía tomar prestada dicha validez de la metafísica, porque de esa validez
dependía la validez de la metafísica.
Kant considera
que Hume había demostrado que la idea de “causalidad”, lejos de ser un producto
de la razón humana, no era más que un “bastardo de la imaginación” (ein
Bastard der Einbildungskraft).
La razón se engaña completamente con ese concepto, que proviene de la
sustitución de una necesidad subjetiva, surgida simplemente del hábito
cotidiano de asociar dos fenómenos entre sí, por una “necesidad objetiva”. La
razón humana no tiene la capacidad de construir a posteriori una idea como la de “conexión necesaria” según los
principios del empirismo establecidos por Hume.
Sin embargo, por “precipitadas e
injustas” que fueran las conclusiones extraídas por Hume, esa investigación era
digna de ser continuada si Hume hubiera sido comprendido. Ya que la cuestión no
era establecer si la noción de “conexión necesaria” es justa, útil e
indispensable en relación a todo el conocimiento natural, ya que Hume no
dudaría de ello, sino establecer cuál era su origen, esto es, si la idea de
“conexión necesaria” podría ser concebida como una noción a priori, esto es, independiente de la experiencia. Y, en ese caso,
establecer hasta qué punto es posible aplicarla a los objetos de la experiencia.
Según Kant, los adversarios de Hume
apelaron al “sentido común humano”, recurrieron al “juicio de la multitud” para
criticarlo, cuando lo que se necesitaba era una razón crítica (eine kritische Vernunft) que pudiera
interrogarse acerca de sus propios límites. De lo que se trataba era de
penetrar en “la naturaleza de la razón” (die
Natur der Vernunft), para evitar que la razón como facultad de conocimiento
se extravíe en especulaciones demasiado elevadas y que se incline a decidir
acerca de la verdad de ciertas proposiciones antes de encontrar justificaciones
a sus principios.
Confieso con franqueza
que la indicación de David Hume fue sencillamente la que, muchos años antes,
interrumpió mi adormecimiento dogmático y dio a mis investigaciones en el campo
de la filosofía especulativa una dirección completamente distinta (Kant, 1783,
Prefacio).
Para Kant, es necesario agradecerle a
Hume el haber encendido la primera “chispa” a sus investigaciones en el terreno
de la metafísica. Investigaciones que siguieron este camino. En primer lugar,
Kant se preguntó si la objeción de Hume podía ser presentada “en general” o
sólo se aplicaba a la noción de “conexión necesaria”. En segundo lugar, Kant
llegó a la conclusión de que esta y otras nociones no se derivan de la experiencia, sino que brotan del entendimiento
puro (aus dem reinen Verstande
entsprungen seien). De allí que Kant considera que pudo progresar más
seguro en el terreno de la filosofía especulativa, porque extendió el “problema
de Hume” a toda la capacidad de la razón pura, y pudo establecer sus límites y
el alcance de sus contenidos, justamente lo que necesitaba la Metafísica de la
época para poder desarrollar un sistema según un plan seguro (nach einem sicheren Plan).
En el Prólogo a la 2da. Edición de la CRP, Kant retomará esta idea del “camino
seguro” de la ciencia y se volverá a preguntar por qué la Metafísica no se ha
conducido hasta entonces con un “método” apropiado para lograr su cuestionada
cientificidad. Justamente la intención de esta “crítica de la razón” es
establecer el punto de partida sólido para una “metafísica del porvenir” que
evite tanto los extravíos de la “razón dogmática” como el desembarco en las
costas de la “razón escéptica”.
La idea de Kant es dar un paso más que
Hume: establecer los principios para la constitución de una “nueva ciencia”,
una “metafísica futura” (eine künftige
Metaphysik), para
lo cual es necesario “poner en duda” los conocimientos adquiridos y analizar la
naturaleza misma de la razón antes de
emprender el camino hacia el conocimiento.
¿Por qué es entonces necesario llevar
adelante una “crítica de la razón pura”? ¿Qué significa para Kant hacer una
“crítica” de la “razón pura”? Heidegger (1975) indica que la palabra “crítica”
durante la segunda mitad del siglo XVIII en Alemania tiene un sentido siempre
positivo y está completamente alejada del sentido negativo que nosotros le
damos a la palabra –entendida como “reprobación”, “enumeración de errores”,
“exposición de lo insuficiente” y su correspondiente “rechazo”. “Crítica” significa, en primer lugar,
fijación de lo normativo, de las reglas, legislación, afirmación de lo
universal frente a lo particular (Heidegger, 1975: 96).
Si la crítica tiene el
sentido positivo caracterizado, la Crítica de la razón pura no rechazará y
reprobará simplemente a la razón pura, no la “criticará”, sino que, más bien,
tendrá como tarea delimitar su esencia decisiva y particular, es decir, su
esencia propia. Esta fijación de límites no es primer término limitación frente
a… sino limitación dentro de…, en el sentido de la indicación de la
estructuración interna de la razón pura. Poner de relieve los elementos
estructurales y la estructura de los elementos de la razón pura es hacer
resaltar las distintas posibilidades del uso de la razón y de las reglas
correspondientes… (Idem: 97).
Para Kant, la
“crítica” se ha convertido en una herramienta necesaria para establecer los
“límites” de la razón pura, sus alcances como facultad de conocimiento. Esta
fijación de los límites es establecida conforme a “principios”, conforme a “reglas”.
La labor de la crítica de la razón pura
es propedéutica y necesaria para la constitución de la Metafísica como ciencia.
[1] Recordemos que las principales obras de Descartes aparecen a partir de la tercera década del siglo XVII, siendo el Discours de la méthode, editado en Leyden por Jean Maire, una obra “revolucionaria” puesto que estaba escrita en francés.
[2] Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik die als Wissenschaft wird auftreten können. Riga, por Johann Friedrich Hartknoch, 1783
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