7 jul 2011

Mis notas sobre Locke



John Locke y la discusión onto-gnoseológica acerca de la idea de "sustancia".



La tradición gnoseológica moderna se mueve en el espacio donde los "objetos" de la representación son algo esencialmente distintos de las "cosas". La tensión que debe resolver toda "teoría del conocimiento" está dada entre el pensamiento matemático de la naturaleza y la existencia de un mundo natural objetivo. Si "nuestras" representaciones son distintas del mundo realmente existente, sólo será posible, en principio, una representación "cierta" de nuestras ideas y no una representación "adecuada" al ser "en sí" de las cosas. El problema de la sustancialidad del mundo realmente efectivo es transversal al problema del conocimiento en la modernidad. La pregunta por el “cómo” se conoce está inserta en un horizonte que no es ajeno a la problematización de “lo que” se conoce. La discusión ontológica acerca del "ser de la sustancia" implica una tematización acerca del "objeto" de nuestro verdadero conocimiento.
¿Cómo es pensada la realidad filosófica del concepto de "sustancia" en la teoría del conocimiento de John Locke? Para abordar esta cuestión, podemos comenzar con el problema metafísico de la sustancia. En las Investigaciones Lógicas, Edmund Husserl considera que la evolución de las teorías sobre los objetos universales fue dominada por tres malentendidos:
a) El primero, fue la hipóstasis metafísica de las especies universales, que aceptaba la realidad fuera del pensamiento de las sustancias. En este caso, el ser universal es un "ser en sí", trascendente a la conciencia. Ya en Platón, se planteó la cuestión de las Ideas, esas realidades inmutables, idénticas y universales "más allá" del mundo de los sentidos. Fue particularmente Aristóteles quien estableció la diferencia entre sustancia primera (el "esto" individual y concreto) y sustancia segunda (el "concepto" universal correlato de la "forma" inteligible). Siendo toda la realidad un compuesto "hylemórfico", el acto del conocimiento se pensó como un proceso de "captación" de lo inteligible a partir de lo sensible. La "imagen" sensible (el “fantasma") era entonces el punto de partida de nuestras auténticas representaciones, y su función era servir de mediación para que el intelecto agente actualizara la "potencia" de una esencia conceptual que era el "objeto" de nuestro verdadero conocimiento.
b) El segundo malentendido lo proporciona la doctrina psicológica de las especies universales. Esto que Husserl denomina la hipóstasis psicológica, y que consiste en la aceptación de una existencia real de las sustancias en el pensamiento. A diferencia del "ser en sí" supuesto por la metafísica tradicional, el universal no es más que un objeto pensado por nosotros. John Locke, su representante, llegó a la conclusión de que, si las especies universales no son nada real fuera de nosotros, entonces no son nada más que ficciones de nuestro espíritu, un modo de hablar, pero impropio.
c) el tercer malentendido lo constituyó el nominalismo derivado de esta última postura, para el que lo universal sólo podía ser interpretado como un objeto "singular", una representación "imperfecta" utilizada por el espíritu con la pretensión de comunicar y ampliar nuestro conocimiento.
Recordemos ahora el papel jugado por la sensación y la reflexión en la doctrina del conocimiento de Locke. Como sabemos, el Ensayo sobre el Entendimiento humano (1690) es un intento por determinar "los orígenes, la certidumbre y el alcance del entendimiento humano, junto con los fundamentos y grados de las creencias, opiniones y asentimientos" (Libro I, Cap. 1, Parag. 2).
Para responder a la pregunta: "¿De dónde provienen nuestras representaciones legítimas de los objetos?" Locke nos propone un método histórico- genético que intentará "dar cuenta del modo en que nuestro entendimiento alcanza esas nociones que tenemos de las cosas y establecer ciertas reglas de la certidumbre de nuestro conocimiento o mostrar los fundamentos de aquello que se tiene por verdad" (Ensayo...).
El método es necesario para averiguar los límites que existen entre la opinión y el conocimiento y examinar cómo debemos regular nuestro asentimiento y "moderar nuestras persuasiones". Por lo tanto, habrá que: 1ero. investigar el origen de las ideas; 2do. mostrar el tipo de conocimiento a que se llega a través de ellas; 3ero. investigar las ideas referidas a la fe u opinión y determinar la validez y el grado de nuestro asentimiento.
Una vez llevado a cabo este tipo de investigación, podremos determinar el alcance y los límites de nuestro entendimiento, esto es, establecer hasta qué punto tiene facultades para alcanzar la certeza y en qué casos puede solamente "opinar o conjeturar" (Libro I, Cap.1, Parág. 4).
En el Libro II del Ensayo… Locke establece como única fuente de nuestro conocimiento a la experiencia: ella es la instancia última de donde se deriva todo nuestro saber. La observación empírica es "lo que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar", esto es, de ideas:
La idea es el objeto del acto de pensar. El hombre es consciente de que tiene ideas en su mente. Lo que hay que averiguar es cómo llegaron esas ideas a su mente" (J. Locke, Ensayo… Libro II, Cap. 1, Parág. 1).
A su vez, la experiencia admite dos momentos estrictamente diferenciados como puntos de partida para la formación de los conceptos: la sensación, entendida como "percepción de los sentidos"; la reflexión, entendida como "percepción de nosotros mismos y de nuestros estados internos"(Libro II). Sólo ellas proporcionan el material o "contenido" de todas nuestras representaciones. En ningún caso el espíritu añade algo a esas representaciones que ofrecen a su consideración los sentidos o la percepción interna.
La sensación y la reflexión están concebidas entonces como una "duplicación": la sensación es una "imagen" de los objetos exteriores y la reflexión es una "imitación" o "re-producción" de los estados interiores del espíritu. Según esta doctrina, el entendimiento adopta frente a aquello que lo afecta, una actitud "pasiva", limitándose a "recibir" y "re-producir" determinados contenidos con los que se enfrenta.
El entendimiento funciona así como un "espejo" que no puede "rechazar, modificar o suprimir" las imágenes proyectadas por los objetos exteriores y los estados internos. Los "objetos de los sentidos" y las "actividades del alma" inculcan al espíritu una serie de "ideas simples" ante las cuales aquel no puede "cerrarse, modificarlas o borrarlas" (Libro II, Cap. 1, Parág. 25).
Sin embargo, al analizar las "ideas complejas", tales como las nociones de "espacio", "tiempo", "número", "fuerza", "infinito", Locke se ve obligado a admitir una nueva acepción del término "reflexión". Este término cobra un nuevo sentido cuando se lo emplea para designar la función de "combinación" entre distintas representaciones o "ideas simples". Toda formación "abstracta" de conceptos y e.d. toda ciencia, radica en esta capacidad de comparación, combinación y disolución de los "elementos primitivos" de las percepciones. El problema se presenta cuando, al analizar la formación de las ideas complejas, más allá de las sensaciones, nos encontramos ante una incertidumbre respecto de su legitimidad objetiva.
Vemos entonces que las sensaciones, cumplen en la doctrina del conocimiento de Locke una doble función: a) por un lado, constituyen la fuente de donde se desprende el contenido de las ideas; b) por otro lado, son la garantía de la existencia de los objetos de los que provienen.
Todas ellas son... según la explicación originaria, simplemente copias o reproducciones de un ser objetivo que se da con una realidad acabada, fuera de nosotros o en nosotros mismos. Todo objeto exterior y toda representación interior imponen al espíritu, sin más, los conceptos de existencia y de la unidad, y del mismo modo, el concepto de la fuerza y de la causación figura entre aquellos cuyo "original" aparece directamente dado en las percepciones de los sentidos y en la percepción de nosotros mismos (Ernst Cassirer, El problema del conocimiento, Tomo II, Cap. II).
Esta problemática se manifiesta particularmente al abordar la noción de "infinito". Si explicamos este concepto por la sensación, sólo nos encontramos ante cuerpos limitados y si lo explicamos por la reflexión, no se encuentra como correlato una "regla objetiva". Nos preguntamos: "¿De dónde proviene entonces la coacción que nos obliga a pensar la serie de los números como infinita?" Si hacemos derivar la serie del "concepto" de número, no queda explicada esa noción por el método genético.
Si no podemos derivarla por el método genético, ¿deberemos entonces considerarla como una "ilusión" de nuestro espíritu? Lo mismo valdría para los demás conceptos de la ciencia: espacio, tiempo, número y fuerza. Locke resuelve el problema de este modo: considera que todas estas determinaciones no encuentran su origen en "las ideas simples" proporcionadas y al mismo tiempo fundamentadas por la sensación, sino en la facultad de "reflexión" entendida como "combinación" o "separación" de elementos, aún cuando esa separación o combinación no nos sean "dadas" a nuestra percepción.
En el cap. 29 del Libro II, Locke aborda el problema de la claridad y distinción de las ideas, recurriendo a la "metáfora de la luz":
...Puesto que la luz es aquello que nos descubre a los objetos visibles, llamamos oscuro a aquello que no está situado en una luz suficiente para descubrirnos pormenorizadamente la forma y los colores que pueden observarse y que, con mejor luz, serán discernibles (Libro II, Cap. 29, Parag. 2).
Del mismo modo, nuestras ideas simples son claras cuando son "visibles" como los objetos mismos (una sensación o una percepción bien ordenada o un recuerdo de la misma naturaleza). Las ideas complejas, formadas por la combinación de ideas simples, serán claras en la medida en que estén compuestas de ideas claras y su orden esté bien determinado en la mente.
Las ideas claras son también distintas cuando "la mente percibe la diferencia respecto a todas las demás; y una idea confusa es aquella que no se distingue lo bastante de otra, de la cual debe ser diferente" (Libro II, Cap. 29, Parag. 4).
A su vez, las palabras sirven como medio de comunicación de las ideas: son los nombres apropiados a las ideas para expresarlas con distinción. Las ideas confusas, desde este punto de vista, son aquellas que nos privan de la ventaja que ofrecen los nombres distintos y hacen "incierto" el uso de las palabras. En este punto, el análisis genético de las representaciones o ideas, se entrelaza con un análisis del "significado" de las palabras.
Debido a la ligazón que se establece entre "las palabras" y "las cosas representadas", una palabra incierta es lo mismo que un pensamiento confuso. Puesto que, si como dice Michel Foucault en Las palabras y las cosas, el lenguaje no es la re-duplicación del mundo, sino el pensamiento mismo que se expresa en el discurso, entonces las palabras claras son la presentación de esas ideas claras y distintas que son el mundo.
Las palabras representan el pensamiento, tanto como este se representa a sí mismo: representar no quiere decir aquí "traducir" o proporcionar una "versión sensible" o material de los "objetos" del pensamiento. Esos objetos, ideas o impresiones, se manifiestan como palabras, porque en cuanto tales son lógos, pensamiento y palabra.
En la época clásica no se da nada que no se dé en la representación, pero por este hecho mismo no surge ningún signo, no se enuncia ninguna palabra, ninguna frase ni proposición se dirige jamás a ningún contenido sino por el juego de una representación que se dispone a distancia de sí misma, se desdobla y se refleja en otra representación que es equivalente a ella. Las representaciones no se enraízan en un mundo del que tomarían su sentido, se abren por sí mismas sobre un espacio propio, cuya nervadura interna da lugar al sentido. Y el lenguaje está ahí en este rodeo que la representación establece respecto de sí misma... (M. Foucault, 1966, Cap. IV, Hablar)
Las palabras son el pensamiento mismo. Entonces, si las palabras son las "señales" de las ideas alojadas en la mente, es preciso "clarificar" o "normalizar" el uso de los términos para evitar disputas fundadas en la "oscuridad" que envuelven ciertas palabras, producto de la "confusión" de ciertas "ideas" que hunden al entendimiento en un "cono de sombras"(Libro III, Cap. 9).
En el Cap. II del Libro III del Ensayo… Locke aclara que las ideas son los signos "invisibles de las cosas", y a su vez, las palabras son los "signos externos sensibles" de las ideas de los hombres. Así como las sensaciones son el resultado de las impresiones sensibles que afectan nuestros sentidos, las ideas son las imágenes de las sensaciones y las palabras son la expresión sonora de esas imágenes. Entre impresiones sensibles, ideas y palabras existe una relación de continuidad. El problema del conocimiento radica en aquellas palabras que no expresan ninguna imagen suscitada por una impresión sensible: el uso legítimo del lenguaje consiste en que las palabras sean las "señales sensibles" de las ideas, y las "ideas significadas" sean la reproducción de una percepción sensible, ya que puede haber palabras "que no signifiquen nada", que no representen más que "quimeras, palabrería vana" y que estén "faltas de sentido auténtico".
Según Locke, ya que las ideas complejas son combinaciones de ideas simples reunidas y unificadas bajo un nombre general, no hay que confundir el estatuto epistemológico de las ideas con el estatuto ontológico de la realidad que nombran. La pregunta por el origen de las palabras está asociada así a la pregunta por el origen de nuestro auténtico y legítimo conocimiento: toda palabra para ser comprendida debe presentar una "idea clara y distinta", de allí la necesidad de "clarificar" las condiciones de uso del lenguaje para que las palabras no obstaculicen el camino hacia la verdad.
Como dice M. Foucault, la forma "moderna" de la representación hace posible el pasaje del "comentario" a la "crítica". Comentar es descubrir un sentido "oculto" en un "texto", mientras que criticar es analizar, descomponer y recomponer los elementos simples a partir de los cuales se construyen las proposiciones que expresan nuestros conocimientos
...la crítica sólo puede analizar el lenguaje en términos de verdad, de exactitud, de propiedad o de valor expresivo. Interroga al lenguaje como si fuera función pura, conjunto de mecanismos, gran juego autónomo de los signos, pero no puede a la vez dejar de plantearse la pregunta acerca de su verdad o de su mentira, de su transparencia o de su opacidad, ...del modo de presencia de lo que dice en las palabras por medio de los cuales lo representa (M.Foucault, 1966, Cap. IV).
En esta época, la crítica se ejerce sobre el "papel representativo" del lenguaje; y toma la forma de crítica de las palabras, ya que Locke se encuentra ante la imposibilidad de construir una ciencia a partir del vocabulario recibido de la tradición filosófica racionalista pleno de ambigüedades, confusiones e imperfecciones. Locke comparte con Descartes la idea de que la base de todo conocimiento son las representaciones simples, "claras y distintas".
De este modo, todas nuestras ideas "universales", entre ellas, la idea compleja de "sustancia" requieren de un análisis que permita determinar su adecuación o inadecuación a la realidad "objetiva". Puesto que una ciencia no puede constituirse en modo alguno haciendo referencia a simples acontecimientos singulares, Locke trata de salvar la ineludible ruptura que persiste entre percepción de lo individual y abstracción de lo universal, puesto que el conocimiento científico siempre pertenece al dominio de "lo universal".

De las ideas y de las palabras: conocimiento, lenguaje y representación.
En este punto, deberemos tener en cuenta el hecho de que las "ideas" no remiten en forma inmediata a las "cosas reales", sino a las impresiones sensibles o los modos en que nuestros sentidos son afectados por ellas. Por lo tanto, aunque las ideas de sustancia "parecen" referirse a algo existente, debemos encontrar, antes de emplearlas con certeza, las "impresiones sensibles" intermediarias entre "las palabras" y "las cosas".
Además, en cuanto las palabras no tienen una "conexión natural" con las "ideas" que representan, los hombres pueden utilizar las mismas palabras para designar ideas diferentes e incluso utilizar palabras que no designan nada. Para remediar este uso "abusivo" del lenguaje, Locke nos invita a investigar los orígenes de las palabras y de las ideas.
El análisis genético establecido como "modelo" de la investigación, implica la necesidad de encontrar la "raíz" de la cual provienen las palabras (la "idea" que ellas expresan, su "sentido" o "significado"), teniendo en cuenta que toda palabra es una "convención". Si se trata de una palabra que mienta "ideas complejas" (que no son sino "colecciones de ideas simples"), habrá que examinar la serie de "ideas simples" que sirven a su composición.
Sin embargo, en la medida en que no es posible hallar entre nuestras "impresiones sensibles" una "estructura" que responda a la "idea" de sustancia como "soporte" o "sustrato" del cual se deriven una reunión de cualidades sensibles, el "concepto" de sustancia aparece: a) como unidad psicológica, producto de nuestra capacidad de "combinación" de ideas simples; y al mismo tiempo, b) como límite de nuestro conocimiento del mundo corporal.
Y esto es así en la medida en que toda idea será "adecuada" si representa perfectamente el arquetipo (la impresión sensible) de donde ha sido tomada y será "inadecuada" cuando representa parcialmente o de modo incompleto ese arquetipo. De ese modo, las ideas de sustancias referidas a las "cosas reales" no son adecuadas: a) si se supone que se refieren a una "esencia real" de las cosas; b) si se supone que son nuestras representaciones de las cosas, pero que coinciden con las cosas.
Los nombres de las sustancias son entonces de "dudosa" significación siempre que se suponga que las "ideas" que expresan se refieren a "la realidad" de las cosas y a modelos que están presentes "en la naturaleza". Porque siempre, en nuestras definiciones, deberemos "adecuar nuestras ideas complejas a las existencias reales y regular el significado de sus nombres por las cosas mismas, si queremos que nuestros nombres sean sus signos o las signifiquen" (Libro III, Cap.9. Parág. 11).
Las ideas de sustancias, referidas en última instancia a una "especie universal" (hombre, pájaro o murciélago) no encuentran ni pueden encontrar su "arquetipo" en la percepción de algo singular. Por lo tanto, cuando Locke afirma el carácter "psicológico" de la "idea" de sustancia, basada en la ley de "asociación" o "composición" interna, hace que la percepción adopte un nuevo rol en la doctrina de la génesis de nuestro "verdadero" conocimiento. Ella resultará ser una "mediación" entre el sujeto del conocimiento (= el intelecto) y el objeto del conocimiento (= el mundo corporal).
De este modo, el concepto de "sustancia" se revela como límite: el mundo corporal, el mundo de los fenómenos de la naturaleza, al no poder ser penetrado en su "esencia", ofrece resistencia a los sentidos, los cuales sólo podrán proporcionarnos un conocimiento "superficial".
Según los principios del método genético, todo concepto que quiera ser una "reproducción fiel" de la realidad, deberá ser garantizado por las sensaciones. Toda idea deberá ser el "reflejo" de una estructura objetiva en la realidad. Si no lo es, ningún concepto quedará legitimado como "conocimiento objetivo".
Sinteticemos brevemente la teoría de la formación de las ideas "abstractas" o "complejas" en la posición de Locke: 1ero. en nuestra percepción de lo efectivamente real no hay nada más que individuos singulares, nada que se parezca a un universal; 2do. los individuos-objeto de las percepciones pueden ser clasificados en especies y géneros conforme a sus igualdades y semejanzas por obra de la reflexión como "combinación"; 3ero. las ideas complejas son el resultado de una yuxtaposición de "ideas simples", por lo que en toda idea válida deberán reaparecer las notas fenoménicas en forma aislada o en grupos; 4to. la creencia de que existen especies universales resulta de la operación de "nombrar" la multiplicidad mediante términos "comunes".
Esto último implica reconocer en los hombres la capacidad de "abstraer" notas singulares comunes y "asociar" esas ideas abstractas a palabras con significaciones universales. De modo que, para Locke, las ideas abstractas universales no son sino "artificios" que pueden tener una doble consecuencia: o bien ayudarnos a comunicar y ampliar nuestros saberes, o bien servir de obstáculos para alcanzar la verdad.
De allí esa necesidad de regular el uso del lenguaje. Puesto que si las ideas de sustancias remiten a entidades que se sitúan siempre "más allá" de nuestras impresiones, sólo podrán tener un significado "imperfecto" y "provisional". Las "ideas" de sustancia, que se suponen referidas a un "soporte" para los predicamentos, y como tal, a modelos inaccesibles a nuestros sentidos, nunca podrán ajustar su significación a esos modelos, "ni ser establecida por ellos" (Libro III, Cap. 12, Parág. 12).
Este "escepticismo", conduce a Locke a un nuevo agnosticismo, puesto que si bien no niega la posibilidad de la ciencia en su totalidad, admite la existencia de un mundo en sí del cual no podremos obtener ninguna "certeza" fuera de aquella que nos proporcionan nuestros sentidos:
Nuestra ciencia humana queda exclusivamente remitida a nuestras representaciones y conceptualizaciones, mediante las cuales podemos extraer conclusiones dirigidas a lo trascendente, mientras que no podemos, en principio, llegar a auténticas representaciones de las cosas en sí mismas, representaciones que expresen adecuadamente la propia esencia de ellas. No tenemos representaciones y conocimientos adecuados sino de nuestra propia realidad psicológica. (Edmund Husserl, Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Cap. II, Parág. 22).
A nuestro entender, lo que Locke no termina de distinguir es el carácter representativo del concepto de "sustancia" y su sentido. Locke confunde el fenómeno mismo de la "sustancialidad" (como permanencia) con la significación del "concepto" de sustancia. Dicho de otro modo, permanece en la tradición metafísica que establece que "lo que" significa una palabra es aquello a "lo que" se refiere, en este caso, una "entidad real universal". La diferencia está en que aunque "la sustancia" está fuera de nosotros mismos, no podemos aprehenderla más que como un dato real de "nuestra conciencia", derivada de la composición de los datos obtenidos de los sentidos. De este modo, no queda garantizada su "adecuación", "correspondencia" o "semejanza" con la "verdadera" realidad. La moderna "imagen del mundo" establecida por Locke en el punto de partida de su "teoría del conocimiento", se diluye tras la búsqueda del "texto" que se esconde "por debajo" de la representación.


Lic. Liliana Ponce

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