10 sept 2009

Mis notas sobre Hume

La crítica humeana de la causalidad y la disolución de la objetividad de la ciencia.

David Hume adopta el criterio de la "pura sensación" como pauta metodológica para determinar la validez de nuestras representaciones. En nombre de la "inadecuación" de la idea de conexión necesaria a una impresión sensible que le otorgue legitimidad, rechaza la posibilidad de una fundamentación genuina del conocimiento científico.

Mientras Locke concluye que la experiencia es un modo limitado e imperfecto de conocimiento, porque no es más que la yuxtaposición y acumulación de percepciones aisladas de los sentidos, que no puede garantizar un saber sujeto a una rigurosa necesidad deductiva, Hume parte del enjuiciamiento contrario: "nuestra imagen empírica del universo no puede reivindicar para sí ninguna clase de certeza porque, en vezde detenerse en las "impresiones" concretas, las trasciende constantemente, añadiéndoles hipótesis que no es posible apoyar en ninguna clase de impresiones" (Ernst Cassirer, El problema del conocimiento, T. II, Cap. V).

El problema investigado por Hume es entonces hasta qué punto la experiencia puede garantizar nuestras representaciones científicas de los objetos, siendo su conclusión que las ideas de "sustancia" y de "conexión necesaria", sobre las que se asienta la física moderna, trascienden los límites de "lo dado" y son el producto de una inferencia de la imaginación que combina (según "principios" ajenos a los datos proporcionados por los sentidos) impresiones e ideas "simples" para formar ideas "complejas". Con ello, se disuelve la posibilidad de un conocimiento "objetivo" del mundo.

Hume reconoce como "objetos" para nuestra conciencia a las ideas e impresiones, objetos cuya diferencia radica en el grado de "fuerza y vivacidad" con que se presentan ante el espíritu. La presencia de una impresión o idea en el espíritu constituye por sí misma la medida de su realidad. Cuando nos representamos "las cosas" en la conciencia, las representamos como existentes: Hume rechaza la idea metafísica de una doble realidad de las cosas; como si ellas tuvieran un ser ante la conciencia y un ser al margen de nuestra representación. En esto, sigue la concepción berkeleyana de que "ser" es "ser percibido": la manifestación empírica del ser ante la conciencia es la marca de su existencia.

El problema de la causalidad queda reducido entonces a la pregunta por la validez de la conexión necesaria entre nuestras percepciones. Y del mismo modo que la idea de causalidad quedará encerrada en los límites del "universo de la imaginación", el problema de la sustancialidad se desplazará desde la cuestión de un ser que permanece en el espacio a la de un ser que permanece en el tiempo: "¿qué nos autoriza y qué nos obliga a coordinar en un todo continuo estas imágenes que nos son dadas siempre por la realidad de una sucesión discontinua y llena de lagunas, haciendo que a ellas corresponda siempre uno y el mismo "objeto"? (Cassirer).

El punto de partida para la reflexión filosófica será el principio según el cual "todas nuestras ideas están copiadas de impresiones". Impresiones e ideas no son más que dos formas distintas del representarse un objeto en la conciencia con mayor o menor nitidez y vivacidad:

Parece que una proposición que no admite mayor discusión es la que afirma que todas nuestras ideas son sólo copias de nuestras impresiones o, en otras palabras, que es imposible pensar en algo que anteriormente no hayamos percibido, bien sea a través del sentido externo o interno. Me he esforzado por explicar y demostrar tal proposición y he expresado la esperanza de que, mediante su apropiada aplicación, alcancen los hombres una mayor precisión y claridad en los razonamientos filosóficos de la que ha podido obtenerse hasta ahora (D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, VII, I, Parág. . 49).
Como señala Hume en la II Sección de la Investigación sobre el Entendimiento humano, las impresiones son aquellas percepciones que penetran con mayor fuerza y vivacidad en el espíritu y las ideas son las imágenes débiles de las impresiones en la conciencia. La relación entre ideas e impresiones, en principio, está fundada en la SEMEJANZA o CORRESPONDENCIA entre ambas: "las unas parecen ser en cierto modo el reflejo de las otras, así que todas las percepciones del espíritu humano son dobles y aparecen a la vez como impresiones e ideas" (D. Hume, Tratado sobre la naturaleza humana, I, 1).

Sin embargo, teniendo en cuenta que existen en el espíritu impresiones e ideas simples y complejas (conforme admitan o no distinción y separación), se hace necesario "limitar la decisión general de que todas nuestras impresiones e ideas son semejantes" (Tratado, I). Así, conforme al criterio de la "pura sensación" y de la "correspondencia" o "adecuación" de las ideas a las impresiones (y no de los "conceptos" a las "cosas"), Hume examinará si los conceptos que constituyen las diversas ramas del saber (la matemática, las ciencias de la naturaleza y la metafísica) se ajustan a esos cánones.

Respecto a la matemática, podemos adelantar que Hume llega a la misma conclusión que arribará Nietzsche en 1873: aplicando el criterio general de la "pura sensación" a los entes y relaciones matemáticos, nos encontramos con que "la naturaleza" dada a los sentidos, no habilita una correspondencia entre impresiones e ideas, de modo que es válido preguntarse: "¿qué clase de verdad podemos atribuir a predicados que tratan de sujetos absolutamente vacíos y carentes de contenido?" (Cassirer). Si la realidad de hecho de nuestras impresiones está en la base y es fundamento de todo juicio de conocimiento valedero, entonces las líneas, los ángulos y los triángulos, y las relaciones de que habla el geómetra no son más que el producto de una creación de la fantasía que salta por encima de los datos de los sentidos.

Y así como en las definiciones geométricas salimos del radio seguro de las sensaciones para echarnos a "vagar" por un terreno de entidades desconocidas (= no percibidas), lo mismo pasa con las "formas" y "sustancias" de la ontología escolástica: ambas ramas del conocimiento encuentran su raíz "en el mismo impulso desenfrenado de nuestra imaginación, que la lleva constructivamente a levantar sobre la realidad empírica un mundo conceptual hecho de apariencias..." (Cassirer).

Hume reconoce así una doble función de la facultad de pensar: recordar e imaginar. Por el recuerdo, la memoria "conserva la forma original en la que sus objetos fueron presentados", siendo esas ideas "vivaces y consistentes". Por la fantasía, la imaginación tiene la libertad de "alterar el orden y transformar las impresiones" en otras ideas a las que quizás no les corresponda nada "real".

De allí surge la necesidad de investigar la naturaleza y la validez de nuestras ideas. Pues la imaginación es la facultad de unir y separar ideas simples conforme a "principios de asociación" que trascienden el ámbito de las percepciones inmediatamente dadas, y está en el origen de la formación de ideas complejas tales como las "relaciones, modos y sustancias". Entre ellas, Hume analizará los "elementos" en que pueden descomponerse las ideas de causalidad y de sustancia para determinar la validez cognoscitiva de los dos pilares sobre los que se articula el conocimiento científico de la naturaleza.

De la idea de conexión necesaria.
La idea de "poder, fuerza, energía o conexión necesaria" es una idea compleja, y como tal, deberá ser reducida a sus elementos simples para determinar su legitimidad.

...Las ideas complejas pueden quizás ser conocidas por definición, que no es otra cosa que una enumeración de aquellas partes o ideas simples que las componen. No obstante, una vez que hayamos analizado las definiciones en sus elementos más simples y encontremos todavía alguna ambigüedad y oscuridad, ¿a qué recurso podríamos apelar? ¨¿Mediante qué invención podríamos aclarar estas ideas y presentarlas con precisión y distinción a nuestra visión intelectual? Al producir la impresión o percepción original de la que la idea es copia, pues estas impresiones son todas fuertes y sensibles. No admiten ambigüedad alguna... (D. Hume, Investigación…., Sección VII, Parág. . 49).

La pregunta relevante en este sentido será: ¿de dónde procede esta idea de "conexión necesaria" con la cual suponemos que la naturaleza sigue un curso regular? Notemos que esta idea implica que "bajo cualquier circunstancia", a un fenómeno considerado como causa le sigue necesariamente un determinado efecto. Hume va a analizar entonces las posibles fuentes de donde se deriva la idea de la causalidad.

En la Sección II de la Investigación… Hume había señalado cuál era "el origen de las ideas":

...En primer lugar, cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas, independientemente de cuán compuestos o sublimes sean, encontramos siempre que remiten a aquellas ideas simples que copiamos de una sensación o sentimiento precedente. Incluso aquellas ideas que a primera vista parecen tener un origen más amplio, se revelan a un escrutinio más detallado como derivadas de él. La idea de Dios, en el sentido de un Ser infinitamente inteligente, sabio y bueno surge de la reflexión sobre las operaciones de nuestra propia mente que aumenta en forma ilimitada, las cualidades de bondad y sabiduría... (Sección II, Parág. . 14).
En principio, habrá que buscar entonces la fuente de la idea de conexión necesaria en la experiencia de los objetos externos y de los sentimientos internos. Sin embargo, de las propiedades percibidas de los cuerpos no se deduce, ni por la sensación ni por el razonamiento lógico, la "fuerza activa" que hace mover la maquinaria del mundo:

...Cuando contemplamos los objetos externos y consideramos la acción de las causas no podemos nunca en un caso único, descubrir poder o conexión necesaria alguna; ninguna propiedad que vincule el efecto a la causa y haga de este una consecuencia infalible. En efecto, sólo hallamos que de hecho el uno sigue a la otra... (Investigación..., Sección VII, Parág. 50).
Y si no podemos percibir la fuerza que hace que un fenómeno antecedente sea la causa de otro fenómeno que lo sucede en el tiempo y que aparece en forma contigua en el espacio, podríamos confiar en que la causalidad "se deriva" lógicamente de algunas de las propiedades percibidas en los cuerpos. Sin embargo, esto tampoco es posible:

... De la primera presentación de un objeto no podemos jamás conjeturar qué efecto resultará de él. No obstante, si el poder o energía de una causa pudiera ser descubierto por la mente, estaríamos en condiciones de prever el efecto incluso prescindiendo de la experiencia; podríamos, desde un comienzo, pronunciarnos con certeza acerca de él basados únicamente en la fuerza del pensamiento o del razonamiento (Sección VII, Parág. 50).
Por lo tanto, ni la percepción de los objetos externos ni la fuerza del razonamiento legitima la posibilidad de concebir una relación de causalidad y de regularidad entre dos fenómenos cualesquiera del mundo empírico.

...En realidad, no hay parte alguna que por sus propiedades sensibles, descubra algún poder o energía o nos dé pie para imaginar que pudiera producir algo o ser seguida por otro objeto que pudiésemos llamar su efecto. Solidez, extensión, movimiento: estas propiedades están contenidas en sí mismas y nunca señalan hacia cualquier otro efecto que pueda derivarse de ellas (Sección VII).
Consideremos entonces si entre las operaciones de nuestro espíritu encontramos alguna actividad capaz de determinar un efecto sobre el mundo de los cuerpos. Aquí retorna el problema de la relación que se establece entre dos órdenes de ser por completo diferentes: el alma y el cuerpo. ¿Puede nuestra voluntad ser tan efectiva como para determinar los movimientos de nuestro propio cuerpo? ¿Es el acto de voluntad inherente al espíritu asimilable a la causalidad que rige en el mundo corpóreo?

...Un acto de volición produce movimiento en nuestros miembros o hace surgir una nueva idea en la imaginación. Conocemos esta influencia de la voluntad por la conciencia. Por ello, adquirimos la idea de poder o energía y sabemos con certeza que nosotros y todo otro ser inteligente poseemos tal poder. Esta idea es entonces una idea de la reflexión, pues surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y sobre el dominio que ejerce la voluntad tanto sobre los órganos del cuerpo como sobre las facultades del alma (D. Hume, Sección VII, Parág. . 51).
A pesar de que somos conscientes de nuestros actos de voluntad, en cuanto los conocemos por experiencia, de lo que no estamos ciertos es de la energía que hace posible la conexión entre nuestros deseos conscientes y nuestras acciones. Esto es aplicable tanto a las acciones del cuerpo como a las acciones del alma. Y si como dice Spinoza, el cuerpo tiene razones que la razón ignora, es posible concluir con Hume que aunque estemos familiarizados con los actos de volición, no "sabemos" de la energía de la voluntad que hace de nuestras acciones un "efecto del alma".

Ahora bien, todo esto no inhabilita la realidad de hecho del concepto de causalidad que está presente en la conciencia de los hombres, que han adquirido, "a través del hábito prolongado" la "actitud mental" de "esperar" que al presentarse una "causa" le siga "inmediatamente" su "efecto". Los hombres "esperan" que todo lo que aconteció habitualmente en el pasado, vuelva a suceder en el futuro. Y esa espera está fundada tanto en la "repetición de lo mismo" como en el "supuesto" de un curso uniforme y regular de la naturaleza. Sólo el "milagro" -entendido como quiebra del orden regular natural- que sorprende hace tomar conciencia de que el "nexo" entre la causa y el efecto nunca fue percibido como tal.

Hume concluye entonces que es en vano buscar las fuentes de la idea de "poder o conexión necesaria". Por lo tanto, llega a afirmar que:

...Todos los acontecimientos aparecen desligados y separados. Un acontecimiento sigue a otro pero jamás observamos un enlace entre ellos. Aparecen asociados pero nunca enlazados. Y como no podemos tener idea de algo que nunca se haya presentado al sentido externo o a la sensación interna, la conclusión necesaria parece ser que no poseemos la idea de conexión o poder en absoluto y que estas palabras están completamente desprovistas de significado cuando se emplean, bien sea en los razonamientos filosóficos o en la vida cotidiana (D.Hume, Investigación… Sección VII, Parág. . 58).
Si la experiencia nos proporciona solamente la repetición habitual de la sucesión entre dos fenómenos contigüos, queda en pie la pregunta que diera comienzo a la investigación: ¿de dónde proviene la idea de un enlace causal entre ambos? Como vemos, lo que está puesto en juego es la validez del "principio de inducción" como vía para garantizar el conocimiento legítimo de la naturaleza.

...Cuando se presenta algún objeto o acontecimiento natural, nos es imposible, por medio de la sagacidad o la intuición, descubrir o incluso conjeturar, prescindiendo de la experiencia, qué acontecimiento resultará de él o anticipar algo más allá del objeto que se halla inmediatamente presente a la memoria o a los sentidos. Incluso después de un caso o experimento donde hayamos observado que un determinado acontecimiento sigue a otro, no estamos autorizados a establecer una regla general ni a predecir lo que ocurrirá en casos similares... No obstante, siempre que una especie determinada de acontecimientos, en cada caso, ha sido asociada con otra, no tenemos escrúpulo alguno en predecir la ocurrencia de una al aparecer la otra... Llamamos entonces a uno de los objetos causa y al otro efecto. Suponemos que existe alguna conexión entre ellos, un poder en la primera mediante el cual infaliblemente produce el segundo y que actúa con la mayor certidumbre y la más fuerte necesidad (Investigación..., Sección VII, Parág.. 59, el subrayado es nuestro).
El problema que Hume plantea es entonces el de la viabilidad lógica del principio de inducción, ya que ni nuestras convicciones subjetivas habituales acientíficas ni los rigurosos principios metódicos de la ciencia nos garantizarán la validez objetivas de las llamadas "leyes de la naturaleza". Nada hay en la experiencia que permita inferir de la asociación habitual entre dos fenómenos una conexión necesaria entre ellos.

La primera vez que un hombre observa la comunicación de movimiento por impulso, como sucede cuando chocan dos bolas de billar, no podría afirmar que un acontecimiento estaba conectado con el otro, sino sólo asociado con él. Después de observar varios casos de esta naturaleza, puede afirmar que están conectados. ¿Qué modificación se ha presentado para dar lugar a esta nueva idea de conexión? Ninguna, sólo que ahora siente que tales acontecimientos están conectados en su imaginación y puede predecir sin dificultad la existencia de uno a partir de la presencia del otro. Cuando decimos entonces que un objeto está conectado con otro, sólo queremos decir que han adquirido una conexión en nuestro pensamiento y han generado aquella inferencia...(Sección VII, Parág. . 59).
Con esto, Hume concluye que no es posible convalidar, mediante la experiencia -única fuente genuina del verdadero conocimiento-, ninguna idea de causalidad que imponga cierta "necesidad física" a los fenómenos del mundo natural. Al mismo tiempo, nos dice que "el espíritu" tiende por sí mismo a ordenar y articular -enlazar- las diferentes percepciones concretas que se ofrecen a los sentidos actuando como si se tratase de un "orden regular" objetivo.

Por lo tanto, en cuanto la "idea de conexión necesaria" no se corresponde con una impresión sensible y es el resultado de la función sintética de la imaginación, ese conocimiento rebasa los límites de "lo dado" constituyendo su objeto por un acto de inferencia que se sitúa siempre "más allá" de la percepción sensible. Toda ley de la naturaleza resulta entonces una "máxima no empírica" que carece de fundamento y legitimidad. Sometido al juicio de "la experiencia" el entendimiento resultó "culpable" de introducir una idea no-fundada en el testimonio de los sentidos. Si todas nuestras ideas verdaderas son "copia de una impresión", entonces la idea de conexión necesaria se revela como una imagen fantasmática que no recubre más que una "ficción útil".

A diferencia del conocimiento matemático, cuya operación fundamental consistía en "abstraer" de las propiedades sensibles de las cosas sus determinaciones "numéricas", en la ciencia de la naturaleza se produce un enriquecimiento de la percepción: la imaginación construye sobre la base de los datos de los sentidos la idea de causalidad.

Y del mismo modo que se construye la idea de conexión necesaria por obra de esa facultad de "trascender lo dado" que es la imaginación, también se construirá la idea de sustancia como permanencia en el tiempo de un "objeto" que nunca ha sido "dato" para los sentidos. Es la imaginación,

...la que, siguiendo a las impresiones concretas, y en base a la semejanza entre ellas, pasa de la una a la otra y establece entre ellas un nexo espiritual que nosotros interpretamos enseguida, falsamente, como un nexo sustancial que se da en las cosas mismas. Hablamos como si se tratase de un objeto idéntico, cuando en realidad estamos ante grupos de representaciones separadas, aunque unidas entre sí por medio de relaciones asociativas (E. Cassirer).
La imaginación es la facultad que provoca la creencia en la conexión necesaria objetiva entre los fenómenos y que genera la "ilusión" de los objetos permanentes. El gran aporte de la filosofía de Hume a la teoría del conocimiento resulta entonces el derrumbamiento del sensualismo como base fundamentadora de la objetividad de la ciencia, y con ello, una actitud escéptica respecto de la posibilidad del "saber en general". Hume descubrió la "ilusión" de las teorías clásicas del conocimiento, y no pudo reconstruir el edificio del saber sobre nuevas bases. Esa tarea le fue reservada a Kant.


Lic. Liliana Ponce
Prof. Titular de Gnoseología
Facultad de Humanidades y Artes, UNR
Ciclo lectivo 2001

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