12 feb 2023

1.8. La operación de síntesis (enlace, Verbindung) en el proceso de conocimiento

 

¿Cuál es la función lógica del Entendimiento en la constitución del objeto de la experiencia científica?

La Analítica trascendental se va a ocupar entonces de los elementos de todo nuestro conocimiento a priori que corresponden al Entendimiento. Como dijimos, la Crítica de la Razón Pura va a ir más allá de la definición clásica del entendimiento como “facultad de pensar” y va a distinguir entre Entendimiento y Razón.

En primer lugar, Kant distingue entre afección y función. Como hemos visto, mediante la Sensibilidad (die Sinnlichkeit) somos afectados por los objetos, mediante el Entendimiento (der Verstand) los objetos son pensados. La cuestión es entonces: ¿qué significa pensar? Dice Kant:

Todas las intuiciones, en cuanto sensibles, se basan en afecciones, mientras que los conceptos lo hacen en funciones. Entiendo por función la unidad del acto de ordenar diversas representaciones bajo una sola común. Los conceptos se fundan, pues, en la espontaneidad del pensamiento, del mismo modo que las intuiciones sensibles lo hacen en la receptividad de las impresiones. Estos conceptos no los puede utilizar el entendimiento más que para formular juicios. Como ninguna representación que no sea intuición se refiere inmediatamente al objeto, jamás puede un concepto referirse inmediatamente a un objeto, sino a alguna otra representación de este último (sea tal representación una intuición o sea concepto también). El juicio es, pues, el conocimiento mediato de un objeto y, consiguientemente, representación de una representación del objeto (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica Trascendental, Sección Primera: A68-B93).

Esto significa que los conceptos son “funciones de unidad” de nuestras representaciones. Kant considera que podemos reducir la actividad del Entendimiento a la formulación de juicios y, en ese sentido, definirlo como “la facultad de juzgar”. Pero para juzgar se necesitan conceptos. De ese modo, podemos distinguir los elementos con los cuales opera a priori el Entendimiento: conceptos y juicios. De allí se desprende la división de la Analítica trascendental en Analítica de los conceptos y Analítica de los principios:  así como los conceptos a priori posibilitan la reunión de una multiplicidad dada a la intuición en un “objeto”, los principios a priori representan “formas de enlace” entre conceptos y, en ese sentido, son las “formas del juicio”.

El entendimiento puro no sólo se distingue completamente de todo lo empírico, sino incluso de toda sensibilidad. Constituye, pues, una unidad subsistente por sí misma, autosuficiente, no susceptible de recibir adiciones exteriores. Por consiguiente, el conjunto de su conocimiento constituirá un sistema comprendido y determinado bajo una idea. La completud y la articulación de tal sistema pueden, al mismo tiempo, suministrar una prueba de la corrección o la autenticidad de todos los elementos cognoscitivos que entran en él. Toda esta parte de la lógica trascendental consta de dos libros: el primero contiene los conceptos del entendimiento puro; el segundo comprende los principios del entendimiento puro (Kant, Crítica de la Razón Pura, División Primera de la Lógica trascendental. Analítica trascendental: B90)

La Analítica trascendental se ocupará de descomponer “la capacidad misma del entendimiento” para investigar el origen de los conceptos a priori y analizar su uso. Ocuparse de los conceptos como “condiciones a priori” de pensar los objetos de la experiencia científica es, según Kant, la tarea propia de una filosofía trascendental. Y la llevará a cabo a partir del análisis de las distintas formas de juicio, lo que le permitirá deducir la tabla de las categorías como “conceptos puros”.

Ahora bien, ¿cuál es la función lógica de los conceptos? Si descomponemos el proceso mediante el cual se produce el acto de conocimiento, podemos observar que tenemos una multiplicidad dada a la Sensibilidad que suministra la “materia” de nuestro conocimiento sin la cual los conceptos permanecerían vacíos. Esta multiplicidad requiere ser “ordenada” bajo las “formas” a priori de la Sensibilidad que son el espacio y el tiempo. Una vez que intervienen el espacio y el tiempo, nos encontramos, como hemos visto, con el “fenómeno indeterminado de la intuición empírica”. Sin embargo, esa multiplicidad ordenada aún no constituye un objeto de conocimiento si la misma no es “recorrida, asumida y unida” de una manera determinada mediante un acto de “síntesis” (Verbindung).

Entiendo por síntesis, en su sentido más amplio, el acto de reunir diferentes representaciones y de entender su variedad en un único conocimiento. Semejante síntesis es pura si la variedad no está dada empíricamente, sino a priori (como la variedad en el espacio y en el tiempo). Antes de cualquier análisis de nuestras representaciones, éstas tienen que estar ya dadas, y ningún concepto puede surgir analíticamente en lo tocante a su contenido. La síntesis de algo diverso (sea empírico o dado a priori) produce ante todo un conocimiento que, inicialmente, puede ser todavía tosco y confuso y que, por ello mismo, necesita un análisis. Pero es propiamente la síntesis la que recoge los elementos en orden al conocimiento y los reúne con vistas a cierto contenido. Ella constituye, pues, lo primero a que debemos atender si queremos juzgar sobre el origen primero de nuestro conocimiento (Kant, CRP, Analítica trascendental, Analítica de los conceptos, Parágrafo 10: B103).

Y si bien la síntesis es producida por la imaginación (die Einbildungskraft), que cumple una función “ciega, aunque indispensable del alma” (einer blinden, obgleich unentbehrlichen Funktion der Seele), la facultad que llevará dicha síntesis a conceptos es el Entendimiento. Y será solo por la acción de este último que obtendremos “conocimiento en sentido propio” (die Erkenntnis in eigentlicher Bedeutung).

La misma función que da unidad a las distintas representaciones en un juicio proporciona también a la mera síntesis de diferentes representaciones en una intuición una unidad que, en términos generales, se llama concepto puro del entendimiento. Por consiguiente, el mismo entendimiento y por medio de los mismos actos con que produjo en los conceptos la forma lógica de un juicio a través de la unidad analítica, introduce también en sus representaciones un contenido trascendental a través de la unidad sintética de lo diverso de la intuición; por ello se llaman estas representaciones conceptos puros del entendimiento, y se aplican a priori a objetos, cosa que no puede hacer la lógica general (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica Trascendental, Analítica de los conceptos, Parágrafo 10: B105).

El concepto puro del Entendimiento es entonces una “función” que da unidad a las distintas representaciones dadas en una intuición. De ese modo, introduce en las representaciones un contenido trascendental, puesto que permite la unidad sintética de la diversidad de la intuición. Ellos se llaman conceptos puros del Entendimiento porque se aplican a priori a objetos. Puesto que esa unidad es la misma que les da unidad a las distintas representaciones en un juicio, habrá tantos conceptos puros referidos a priori a objetos de la intuición en general como funciones lógicas dentro de la tabla de los juicios posibles. Kant llamará a estos conceptos como lo hizo Aristóteles: categorías (del Entendimiento puro).

Los conceptos a priori del Entendimiento tienen carácter trascendental porque se refieren a los objetos sin haber tomado nada de la experiencia. Es por ello que exigen una “deducción trascendental” que no se identifica ni con el proceso de abstracción del que hablaba Locke ni con la repetición habitual de la que hablaba Hume. Además, puesto que no se necesita de ninguna intuición (como es el caso de las condiciones a priori de la Sensibilidad) en cuanto “condiciones para una experiencia posible”, van a ser objeto de sospecha tanto en lo que concierne a su procedencia como a su validez objetiva. Al mismo tiempo, Kant aclara que, sin su presencia en el proceso de conocimiento, no sería posible ni la necesidad ni la universalidad de nuestras investigaciones científicas. Tomemos, por ejemplo, el concepto de causa.

Si uno quisiera eludir estas fatigosas investigaciones diciendo que la experiencia ofrece ejemplos incesantes de semejante regularidad de los fenómenos, ejemplos que bastan para suscitar la abstracción del concepto de causa y, a la vez, confirmar la validez objetiva de tal concepto, entonces no se advertiría que es absolutamente imposible que surja así el concepto de causa. Este o bien debe fundarse enteramente a priori en el entendimiento, o bien debe ser abandonado por completo como pura fantasmagoría. En efecto, este concepto exige inapelablemente que algo, A, sea de tal índole, que otra cosa, B, le siga necesariamente y según una regla absolutamente universal. Los fenómenos suministran casos de los que puede extraerse una regla según la cual algo ocurre habitualmente, pero nunca una regla según la cual la secuencia tenga carácter necesario. Por ello es igualmente inherente a la síntesis una dignidad que no es posible expresar empíricamente y que consiste en que el efecto no sólo se añade a la causa, sino que es puesto por ésta y se sigue de ésta. La estricta universalidad de la regla no es tampoco una propiedad de las reglas empíricas. Estas no pueden adquirir por inducción sino una universalidad comparativa, es decir, una extensa aplicabilidad. Cambiaría, pues, completamente el uso de los conceptos puros del entendimiento si los tratáramos como simples productos empíricos (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica Trascendental, Analítica de los conceptos, Parágrafo 13: A91/A92-B123/B124, el subrayado es nuestro).

La deducción trascendental de todos los conceptos a priori implica que los conceptos no provienen de la experiencia pero que, al mismo tiempo, deben ser reconocidos como condiciones a priori de la posibilidad de la experiencia (sie als Bedingungen a priori der Möglichkeit der Erfahrungen erkannt werden müssen). Y si bien estos conceptos son necesarios, puesto que no se derivan de la experiencia, y suministran el fundamento objetivo de la posibilidad de la experiencia, el desarrollo de los mismos en la experiencia en la que se encuentran, no constituye una deducción, sino una ilustración. Esto significa que los conceptos se derivan, necesariamente, de la naturaleza del Entendimiento puro.

En consecuencia, si queremos saber cómo son posibles conceptos puros a priori hay que analizar cuáles sean las condiciones a priori de las que depende y en las que se basa la posibilidad de la experiencia cuando hacemos abstracción de todos los elementos empíricos de los fenómenos. Un concepto que expresara de modo universal y suficiente esta condición formal y objetiva de la experiencia recibiría el nombre de concepto puro del entendimiento (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica Trascendental, Analítica de los conceptos: A96).

Ahora bien, una vez que el Entendimiento se halla en posesión de los conceptos puros, tiene la posibilidad de pensar objetos que pueden no ser dados a la experiencia, ya que los conceptos son condiciones de una experiencia posible. Sin embargo, si los conceptos puros del Entendimiento no se utilizan conforme a las condiciones formales y materiales relativas a una experiencia posible y a su objeto, nada podríamos pensar a través de ellos, pues se trata de “formas de pensar” que adquieren “contenido” cuando se ponen en relación con una intuición (sea empírica, sea pura).

A su vez, si el Entendimiento no contara con los conceptos puros como condiciones a priori de la experiencia en general, tampoco sería posible el conocimiento. Porque conocer es llevar a cabo un acto de “síntesis” con los materiales suministrados por la Sensibilidad y por el Entendimiento. Este acto intelectual denominado “síntesis” sólo es posible por las funciones del Entendimiento, esto es, por los conceptos.

Con ello haremos notar, a la vez, que no podemos representarnos nada ligado en el objeto, si previamente no lo hemos ligado nosotros mismos, y que tal combinación es, entre todas las representaciones, la única que no viene dada mediante objetos, sino que, al ser un acto de la espontaneidad del sujeto, sólo puede ser realizada por éste. Se advierte fácilmente que este acto ha de ser originariamente uno, indistintamente válido para toda combinación y que la disolución, el análisis, que parece ser su opuesto, siempre lo presupone. En efecto, nada puede disolver el entendimiento allí donde nada ha combinado, ya que únicamente por medio del mismo entendimiento ha podido darse a la facultad de representar algo que aparezca ligado (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica Trascendental, Analítica de los conceptos, Parágrafo 15: B130).

El acto de síntesis implica reunir la diversidad en una unidad, por eso decimos que el concepto cumple una función de reunión y de unificación. La facultad de enlazar (de unificar y de juzgar) es justamente el Entendimiento. La segunda parte de la Analítica trascendental se ocupará de los principios del Entendimiento puro como formas a priori del juzgar en general.

La analítica de los principios no será, pues, más que un canon del Juicio, un canon que le enseña a aplicar a los fenómenos aquellos conceptos del entendimiento que contienen a priori las condiciones relativas a las reglas. Por ello, al adoptar como tema los principios del entendimiento propiamente dichos, utilizaré la denominación de doctrina del juicio, con lo cual queda especificada la tarea con mayor exactitud (Kant, CRP, Analítica trascendental, Libro Segundo, Analítica de los principios: A132-B171).

Kant aclara que el juzgar consiste en “subsumir bajo reglas” un fenómeno determinado. Y, aunque la lógica general no pueda imponer “normas” a la facultad de juzgar, la lógica trascendental, por el contrario, tiene como labor propia el corregir y asegurar el “buen uso” del Entendimiento puro. La filosofía trascendental, como arte analítico y crítico, establecerá las normas de uso del Entendimiento puro para evitar pasos en falso.

La filosofía trascendental tiene la peculiaridad de poder señalar a priori, además de la regla (o más bien, de la condición universal de las reglas) dada en el concepto puro del entendimiento, el caso al que debemos aplicarla. El motivo de su ventaja, en este sentido, respecto de todas las demás ciencias educativas (con excepción de las matemáticas) reside precisamente en que trata de conceptos que han de referirse a priori a sus objetos y cuya validez objetiva no puede, por tanto, ser mostrada a posteriori. En efecto, ello significaría olvidar su dignidad. La filosofía trascendental debe, más bien, exponer, a la vez (utilizando características generales, pero suficientes), las condiciones bajo las cuales pueden darse objetos concordantes con tales conceptos. De lo contrario, éstos carecerían de todo contenido y, consiguientemente, serían meras formas lógicas, no conceptos puros del entendimiento (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica trascendental, Libro Segundo, Analítica de los principios: A135/A136-B175).

Ahora bien, si seguimos descomponiendo los elementos de nuestra facultad cognoscitiva, descubriremos el uso lógico de la Razón (die Vernunft) como facultad de inferir, partiendo de ciertas proposiciones, una conclusión. Conceptos, juicios y razonamientos son los elementos en que podemos descomponer nuestra capacidad racional, elementos que están en la base de la división de la lógica general.

La lógica general está construida sobre un plan que coincide exactamente con la división de las facultades superiores de conocimiento. Tales facultades son: entendimiento, juicio y razón. Precisamente de acuerdo con las funciones y el orden de las facultades psíquicas comprendidas bajo el amplio nombre de entendimiento, la lógica trata, pues, en su analítica, de conceptos, juicios e inferencias. Dado que la mencionada lógica es meramente formal, hace abstracción de todo contenido del conocimiento (sea puro o empírico) y se ocupa tan sólo de la forma del pensar (o sea, del conocimiento discursivo). Por ello puede incluir en su parte analítica el canon de la razón, cuya forma posee una norma segura, una norma que puede ser conocida a priori con sólo analizar los diversos elementos de los actos de la razón, sin tomar en cuenta la peculiar naturaleza del conocimiento utilizado en ella (Kant, Crítica de la Razón Pura, Analítica trascendental, Libro Segundo, Analítica de los principios: A131-B169/B170).

Sin embargo, dice Kant, puesto que el uso trascendental de la Razón no tiene validez objetiva, la Analítica trascendental, como Lógica de la verdad, no puede ocuparse de los conocimientos suministrados por ella. Por ello, de la Razón y de su función se va a ocupar la segunda parte de la Lógica trascendental, denominada Dialéctica trascendental. Por el momento, no vamos a entrar a la crítica realizada por Kant, sin embargo, podemos adelantar que, para caracterizar su uso, es necesario distinguir entre “conceptos del Entendimiento” e “Ideas de la Razón”.

Sea cual sea la explicación sobre la posibilidad de los conceptos procedentes de la razón pura, se trata de conceptos inferidos, no obtenidos por simple reflexión. Los conceptos del entendimiento son también pensados a priori con anterioridad a la experiencia y van destinados a ésta. Pero no contienen más que la unidad de la reflexión sobre los fenómenos en el sentido de que éstos han de pertenecer necesariamente a una posible conciencia empírica. Sólo mediante estos conceptos es posible conocer y determinar un objeto. Ellos son, pues, los que dan previamente materia a la inferencia. Antes de ellos no hay conceptos a priori de objetos, conceptos de los que ellos pudieran derivarse. Al contrario, su realidad objetiva se basa exclusivamente en que, dado que constituyen la forma intelectual de toda experiencia, siempre ha de ser posible mostrar su aplicación en ésta. Sin embargo, -la denominación «concepto de razón» muestra ya de antemano que éste no permite que se lo confine a la experiencia, pues se refiere a un conocimiento del que todo conocimiento empírico es sólo una parte (quizá la totalidad de la experiencia posible o de su síntesis empírica); aunque ninguna experiencia real llegue plenamente a tal conocimiento, siempre pertenece a él. Los conceptos de la razón sirven para concebir, al igual que los del entendimiento sirven para entender (las percepciones). Si tales conceptos contienen lo incondicionado, se refieren a algo bajo lo cual está comprendida toda experiencia, pero sin ser nunca un objeto de experiencia, algo hacia lo cual se dirige la razón en sus inferencias a partir de la experiencia y a la luz de lo cual evalúa y mide el grado de su uso empírico, pero sin que ello constituya jamás un miembro de la síntesis empírica. Si esos conceptos poseen, no obstante, validez objetiva, podemos llamarlos conceptus ratiocinati (conceptos correctamente inferidos). En caso contrario, se han deslizado gracias a una inferencia ficticia, y podemos llamarlos conceptus ratiocinantes (conceptos sofísticos), Pero, dado que este problema sólo puede ser resuelto en el capítulo sobre las inferencias dialécticas de la razón pura, no lo tendremos en cuenta ahora. De momento, tal como hicimos al denominar categorías a los conceptos puros del entendimiento, daremos a los conceptos de la razón pura un nuevo nombre y los llamaremos ideas trascendentales, denominación que vamos ahora a explicar y justificar (Kant, Crítica de la Razón Pura, Lógica Trascendental, Segunda Parte, Dialéctica Trascendental: A310/311-B367/B368, el subrayado es nuestro).

Como vemos, la Razón es la facultad de inferir conceptos que no se refieren directamente a objetos y, en esa operación, ir más allá de la experiencia posible. Pero, con esa acción puede incurrir en errores lógicos o en errores de índole trascendental, esto es, referidos a la manera que tenemos de conocer a los objetos de una experiencia posible. Pero ese será el tema específico de la Dialéctica trascendental, de la que no nos vamos a ocupar por el momento.

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