La filosofía es una disciplina teórica que ha nacido hace más de dos mil años. Según Aristóteles, la historia de la filosofía empieza con Thales de Mileto. Dar respuesta a la pregunta: ¿Qué es la filosofía? es algo que llega siempre demasiado tarde, dicen Deleuze y Guattari, a la hora de hablar concretamente.
Sin embargo, filósofos del presente y del pasado, han intentado delimitar, circunscribir su campo. Para comenzar a ingresar al territorio de la filosofía, les proponemos leer esta selección de textos "clásicos", textos de filósofos hablando de su propia disciplina, textos de pensadores que hicieron del "oficio del pensar" su tarea principal.
Platón, República, 479 e- 480 a
« Entonces, de aquellos que contemplan las múltiples cosas bellas, pero no ven lo bello mismo, y no son capaces de seguir a alguien que los conduzca hacia ello, y las múltiples cosas justas, pero no lo justo mismo y así con todo, diremos que opinan sobre todo esto, pero que no conocen nada acerca de lo que opinan.
Necesariamente, dice Glauco.
Pero, por el contrario, de aquellos de contemplan las cosas mismas que son siempre también de la misma manera según los mismos principios, qué diremos ? No es esto conocer y no opinar ?
Necesariamente también.
Entonces también diremos de aquellos que muestran el entusiasmo por aquello sobre lo que hay conocimiento, que están enamorados, y de los otros, que lo están de lo que hay opinión. O nos olvidamos que hemos dicho que aquellos que están enamorados de los sonidos y colores que son bellos y que contemplan tales cosas no saben de ningún modo lo que esa cosa es ?
Así es.
Entonces, entraríamos en contradicción si los llamáramos « filodoxos » en lugar de « filósofos » ? Y se enojarían con nosotros si habláramos así ?
No, si en efecto me creen, pues sería enojarse contra lo verdadero.
Entonces, a aquellos que muestran el entusiasmo por cada ser en sí mismo, no habría que llamarlos « filósofos » y no « filodoxos » ?
Sí, por supuesto.”
Aristóteles, Metafísica, Libro I.
De todo lo que acabamos de decir sobre la ciencia misma, resulta la definición de la filosofía que buscamos. Es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas, porque una de las causas es el bien, la razón final. Y que no es una ciencia práctica lo prueba el ejemplo de los primeros que han filosofado. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo. Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es, por tanto, evidente que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía.
Tomás de Aquino, Suma Teológica, 1266-1273
No hay más ciencia posible que la que trata del ente; toda vez que no puede saberse otra cosa sino lo verdadero, que no es más que el ente mismo. Pero en las ciencias filosóficas se trata de todos los entes, incluso Dios; por lo cual se llama teología o ciencia divina a una de las partes de esta ciencia, como se ve en Aristóteles Met. l.4, com.2. De consiguiente no es necesario admitir, independientemente de las filosóficas, otra ciencia.
Por el contrario, dice San Pablo 2 Tim 3,16: Toda escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia; mas la Escritura, inspirada por Dios, no forma parte de las ciencias filosóficas, que son el fruto de las investigaciones de la razón humana. Por lo tanto es útil que, independientemente de las filosóficas, haya otra ciencia inspirada por Dios.
Al argumento 1º diremos que, si bien no debe investigar el hombre por medio de la razón lo que está fuera del alcance de la inteligencia humana, estas cosas han sido, sin embargo, reveladas por Dios para ser aceptadas por la fe. He aquí por qué el autor sagrado añade Eccli 3,25: Muchísimas cosas superiores a la inteligencia humana te han sido manifestadas. Y en esto precisamente es en lo que consiste la ciencia sagrada.
Al 2º, que la diversidad de las ciencias procede de la diversidad de nuestros medios de conocer. Así el astrónomo y el físico demuestran los dos la misma proposición, por ejemplo, que la tierra es redonda. Pero el astrónomo lo prueba por medio de las matemáticas, es decir, con cálculos abstractos, mientras que el físico se apoya en pruebas concretas, en hechos de experiencia. Por consiguiente, nada impide que haya una ciencia que se ocupe, desde el punto de vista de la revelación, de las mismas cosas que la Filosofía no considera sino en cuanto son cognoscibles por la luz de la razón natural. Por esto se dice que la Teología, que pertenece a la ciencia sagrada, difiere en cuanto al género de aquella otra Teología que es una de las partes de la Filosofía.
René Descartes, Los principios de la filosofía, 1644
“Hubiera querido primeramente explicar aquí qué es la filosofía, comenzando por las cosas más vulgares, como son: que esta palabra filosofía significa el estudio de la sabiduría, y que por sabiduría no se entiende solamente la prudencia en los negocios, sino un perfecto conocimiento de todas las cosas que el hombre puede saber, tanto para conducir su vida como para conservar la salud y la invención de todas las artes; y finalmente que este conocimiento sea tal, es necesario que sea deducido de las primeras causas, de manera que para llegar a adquirirlo, es lo que se denomina propiamente filosofar, es necesario por la búsqueda de esas primeras causas, es decir, los principios; y que estos principios deben tener dos condiciones: uno, que sean tan claros y evidentes que el espíritu humano no pueda dudar de su verdad cuando aplica su atención a considerarlos; otro, que sea de ellos que depende el conocimiento de las demás cosas, de manera que ellos puedan ser conocidos sin las cosas, pero no recíprocamente las cosas sin ellos; y que después de esto es necesario intentar deducir de estos principios el conocimiento de las cosas que dependen de ellos, y que no haya nada en la serie de deducciones que se hacen que no sea manifiesto. No hay verdaderamente más que un único Dios que sea perfectamente sabio, es decir, que tenga el completo conocimiento de la verdad de todas las cosas, pero se puede decir que los hombres tienen más o menos sabiduría en razón de que tienen más o menos conocimiento de las verdades más importantes. Y creo que no hay nada en esto en que todos los doctos no estén de acuerdo”.
Immanuel Kant, Crítica de la Razón Pura, A 838- B 866 y A 839 – B 867, 1781-1787
“La filosofía es el sistema de todo conocimiento filosófico. Hay que tomarla objetivamente si por ella se entiende el modelo que nos sirva para valorar todos los intentos de filosofar y toda filosofía subjetiva, cuyo edificio suele ser tan diverso y cambiante. De esta forma, la filosofía es la mera idea de una ciencia posible que no está dada en concreto en ningún lugar, pero a la que trata de aproximarse por diversos caminos hasta descubrir el sendero único, recubierto en gran parte por la sensibilidad, y hasta que consigamos, en medida de lo concedido a los hombres, que la copia hasta ahora defectuosa sea igual al modelo. Mientras esta meta no haya sido alcanzada, no es posible aprender filosofía, pues ¿dónde está, quién la posee y en qué podemos reconocerla? Sólo se puede aprender a filosofar, es decir, a ejercitar el talento de la razón siguiendo sus principios generales en ciertos ensayos existentes, pero siempre salvando el derecho de la razón a examinar esos principios en sus propias fuentes y a refrendarlos o rechazarlos.
Mientras tanto, el concepto de filosofía sólo constituye un concepto de escuela, a saber, el de un sistema de conocimientos que sólo se buscan como ciencia, sin otro objetivo que la unidad sistemática de ese saber, y consiguientemente, que la perfección lógica del conocimiento. Pero también hay un concepto cósmico de la filosofía, que siempre ha servido de fundamento a esta denominación, especialmente cuando se lo personificó, por así decirlo, y se lo representó como arquetipo en el ideal del filósofo. Desde este punto de vista, la filosofía es la ciencia de la relación de todos los conocimientos con los fines esenciales de la razón humana, y el filósofo es un legislador de esa misma razón, no un artífice de ella...” (Doctrina Trascendental del método, Cap. III Arquitectónica de la Razón Pura)
Georg W. F. Hegel, Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, 1827
“La filosofía se determina, por consiguiente, como un conocimiento de la necesidad del contenido de la representación absoluta y de la necesidad de ambas formas [el arte y la religión], esto es, por una parte, de la intuición inmediata y de su poesía, y de la representación que presupone, de la revelación objetiva y extrínseca; de la otra primeramente, del profundizarse en sí subjetivo, después del movimiento subjetivo y de la identificación de la fe con el objeto supuesto. Este conocimiento es, pues, el reconocimiento de este contenido y de su forma, liberación de la unilateralidad de las formas y elevación de ellas en la forma absoluta, que se determina por sí misma, como contenido, y permanece idéntica con el contenido, y es en este el conocimiento de aquella necesidad en sí y para sí. Tal movimiento que es la filosofía se encuentra ya realizado en cuanto la filosofía alcanza al fin su propio concepto, esto es, mira detrás solamente a su propio saber” (Parág. 573)
“Este concepto de la filosofía es la idea que se piensa a sí misma, la verdad que sabe, la logicidad, con el significado de que esa es la universalidad convalidada por el contenido concreto como por su realidad. La ciencia es, por tal modo, vuelta a su comienzo; y la logicidad es su resultado como espiritualidad: de juicio presuponente que el concepto era sólo en sí y el comienzo algo de inmediato, y por consiguiente, de la apariencia que tenía con esto, la espiritualidad se ha elevado a su puro principio como a su elemento” (Parág. 574)
“El tercer silogismo es la idea de la filosofía, la cual tiene por término medio a la razón que se sabe a sí misma, lo absoluto, lo absolutamente universal: término medio que se desdobla en espíritu y naturaleza, hace de aquel el supuesto como proceso de la actividad subjetiva de la idea, y de esta el extremo universal en cuanto proceso de la idea que es en sí y objetivamente... La idea eterna es en sí y para sí, se actúa, se produce y se goza a sí misma eternamente como espíritu absoluto” (Parág. 577).
Bertrand Russell, Los problemas de la filosofía, 1911
El valor de la filosofía debe realidad residir sobre todo en su carácter incierto mismo. Aquel que no tiene tinte de filósofo atraviesa la existencia, prisionero de los prejuicios derivados del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país y convicciones que crecido en él sin la cooperación ni el consentimiento de la razón. Para un individuo, el mundo tiende a volverse definido, finito, evidente; los objetos ordinarios no le hacen surgir preguntas y las posibilidades poco familiares son rechazadas con desprecio. Desde que comenzamos a pensar conforme a la filosofía, por el contrario, vemos... que aún las cosas más ordinarias de la vida cotidiana plantean problemas a las cuales no les encontramos más que respuestas incompletas. La filosofía, aunque no esté en condiciones de darnos con certeza la respuesta a las dudas que nos acechan, puede al menos sugerirnos posibilidades que amplían el campo de nuestro pensamiento y lo libran de la tiranía del hábito. Agitando nuestra certeza concerniente a la naturaleza de lo que nos rodea, ella acrecienta enormemente nuestro conocimiento de una realidad posible y diferente, hace desaparecer el dogmatismo algo arrogante de que aquellos que no han recorrido nunca la región de la duda liberadora, y guarda intacto nuestro sentimiento de admiración haciéndonos ver las cosas familiares bajo un nuevo aspecto”.
Edmund Husserl, La filosofía como autorreflexión de la humanidad, 1911
“La ciencia que dispone de un fundamento universal y apodíctico y que a su vez proporciona tal fundamento, surge de ahí como la función humana necesariamente más alta: como lo he dicho, su función es permitir a la humanidad desarrollarse hasta el plano de la autonomía personal, de la autonomía humana de irradiación universal. Esa es la idea: la idea que engendra el impulso vital afectado del más alto grado de humanidad.
La filosofía no es, por consiguiente, otra cosa, de parte a parte, que el racionalismo diversificándose él mismo según los diferentes planos en que se despliegan intención y cumplimiento; ella es la ratio en su movimiento incesante de autoaclaración, a partir de la primera irrupción de la filosofía en una humanidad cuya razón, no obstante innata, había permanecido hasta entonces totalmente inaccesible a sí misma, sumergida en la confusión y en la noche.
Martín Heidegger, ¿Qué es eso de filosofía? 1955
La respuesta a la pregunta: ¿Qué es eso de filosofía? consiste en que correspondamos (entsprechen) a aquello hacia donde la filosofía está en camino. Y esto es: el ser del ente: En tal corresponder escuchamos y obedecemos desde un principio lo que la filosofía ya nos ha asignado (zugesprochen), la filosofía, es decir, la philosophia entendida a la griega. Por eso llegamos a la correspondencia, es decir, a la respuesta a nuestra pregunta, sólo en tanto que permanecemos en la conversación con aquello hacia lo cual la tradición-transmitida (Über-lieferung) de la filosofía nos libra [entrega] (ausliefert), es decir, nos pone en libertad. La respuesta a la pregunta de qué sea la filosofía no la encontramos gracias a proposiciones historizantes (historische) acerca de las definiciones de la filosofía, sino merced a la conversación con lo que por tradición se nos ha transmitido (über-liefert) como ser del ente.
Karl Jaspers, La filosofía desde el punto de vista de la existencia, 1956
“¿Qué es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan universalmente bajo tan singulares formas?
La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llama sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: La busca de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por esto frecuentemente se le traiciona en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir : ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta.
Pero este ir de camino -el destino del hombre en el tiempo- alberga en su seno la posibilidad de una honda satisfacción, más aún, de la plenitud en algunos levantados momentos. Esta plenitud no estriba nunca en una certeza enunciable, no en proposiciones ni confesiones, sino en la realización histórica del ser del hombre, al que se le abre el ser mismo. Lograr esta realidad dentro de la situación en que se halla en cada caso un hombre es el sentido del filosofar.
Ir de camino buscando, o bien hallar el reposo y la plenitud del momento - no son definiciones de la filosofía. Ésta no tiene nada ni encima ni al lado. No es derivable de ninguna otra cosa. Toda la filosofía se define ella misma con su realización. Qué sea la filosofía hay que intentarlo. Según esto es la filosofía a una la actividad viva del pensamiento y la reflexión sobre este pensamiento, o bien el hacer y el hablar de él. Sólo sobre la base de los propios intentos puede percibirse qué es lo que en el mundo nos hace frente como filosofía.”
Jacques Derrida, “Dónde comienza y cómo acaba un cuerpo docente”, 1982
“Por consiguiente: luchando como siempre en dos frentes, en dos escenarios y según dos alcances, una desconstrucción rigurosa y eficiente debería simultáneamente desarrollar la crítica (práctica) de la institución filosófica actual y emprender una transformación positiva, afirmativa más bien, audaz, extensiva e intensiva, de una enseñanza llamada “filosófica”. No ya un nuevo plan de la universidad, en el estilo escatoteleológico de lo que se hizo con ese nombre en los siglos XVIII y XIX, sino un tipo de propuestas totalmente diferentes, que competen a otra lógica y que toman en cuenta un máximo de datos nuevos de todo tipo cuya enumeración no voy a emprender ahora. Algunos de ellos aparecerán rápidamente. Estas propuestas ofensivas se ajustarían a la vez al estado teórico y práctico de la desconstrucción y cobrarían formas muy concretas, las más eficientes posibles en Francia, en 1975. No dejaré de tomar mis riesgos o mis responsabilidades en cuanto a esas propuestas. Y dejaré bien claro —si es que se da el nombre de Haby al indicio más visible de ese contexto— que no me aliaré con los que se proponen “defender–la–filosofía” tal como se practica hoy día en su institución francesa, que yo no suscribiré a cualquiera forma de combate “por–la–filosofía”, pues lo que me interesa es una transformación fundamental de la situación general en la que se plantean esos problemas”.
Cornelius Castoriadis, ¿El fin de la filosofía?, 1988
“Creo que es imposible comprender qué es realmente la filosofía sin tomar en cuenta su lugar central en el nacimiento y desarrollo del proyecto social-histórico de autonomía (social e individual). La filosofía y la democracia han nacido en la misma época y en el mismo sitio. Su solidaridad resulta de que ambas expresan el rechazo a la heteronomía –el rechazo a las pretensiones de validez de las reglas y las representaciones que se encuentran simplemente allí, el rechazo de toda autoridad exterior (aún, y particularmente, “divina”) y de toda fuente extra-social de la verdad y de la justicia, brevemente, la puesta en cuestión de las instituciones existentes y la afirmación de la capacidad de la colectividad y del pensamiento de instituirse ellos mismos, explícita y reflexivamente. Por decirlo de otra manera: la lucha por la democracia es una lucha por el autogobierno. La apuesta al autogobierno no acepta ningún límite externo, el verdadero autogobierno implica la auto-institución explícita, que presupone evidentemente la puesta en cuestión de la institución existente, y esto, en todo momento. El proyecto de autonomía colectiva significa que la colectividad, que no puede existir más que como instituida, reconoce su carácter instituyente y lo recupera explícitamente, poniéndose en cuestión ella misma y sus actividades. En otros términos, la democracia es el régimen de la autorreflexividad (política). Pero esto vale también para la filosofía. La filosofía no trata sobre la cuestión: ¿qué es el ser? o ¿cuál es el sentido del ser? o ¿por qué hay ente y no más bien la nada? Todas estas cuestiones son secundarias en el sentido en que están condicionadas por la emergencia de una cuestión más radical (y radicalmente imposible en una sociedad heterónoma): ¿qué debo pensar (del ser, de la Phycis, de la polis, de la justicia, -y de mi propio pensamiento). Este cuestionamiento continúa y debe continuar sin cesar... La democracia es el proyecto de romper la clausura a nivel colectivo. La filosofía, que crea la subjetividad reflexionante, es el proyecto de romper la clausura a nivel del pensamiento...”
Gilles Deleuze, ¿Qué es la filosofía?, 1991
“...Simplemente, la hora ha llegado para nosotros, la hora de preguntarnos qué es la filosofía. Y no habíamos dejado de hacerlo precedentemente, y teníamos ya la respuesta, que no ha variado, la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos. Pero no hacía falta solamente que la pregunta requiera una respuesta, hacía también falta que ella determina una hora, una ocasión, unas circunstancias, unos paisajes y unos personajes, condiciones e incógnitas de la pregunta. Hacía falta plantearla “entre amigos”, como una confidencia o en confianza, o bien frente al enemigo, como un desafío, y a la vez esperar esta hora, entre perro y lobo, en que uno desconfía aún del amigo...
... Lo que los conceptos necesitan personajes conceptuales que contribuyen a su definición. “Amigo” es uno de tales personajes, del cual aún se dice que dan testimonio del origen griego de la filosofía, porque las otras civilizaciones tenían Sabios, pero los griegos presentan a estos “amigos” que no son simplemente sabios más modestos. Serían los griegos los que habrían confirmado la muerte del Sabio, y la habrían reemplazado por los filósofos, los amigos de la sabiduría, los que buscan la sabiduría, pero no la poseen formalmente. Pocos pensadores sin embargo se han preguntado qué significaba “amigo”, aún entre los griegos. Amigo designaría una cierta intimidad competente, una especie de gusto material o una potencialidad, como la del ebanista con la madera, el buen ebanista está en poder de la madera, es el amigo de la madera. La cuestión es importante porque el amigo, tal como aparece en la filosofía, no designa a un personaje extrínseco, un ejemplo o una circunstancia empírica, sino una presencia intrínseca al pensamiento, una condición de posibilidad del pensamiento mismo, brevemente, una categoría viviente, una vivencia trascendental, un elemento constituyente del pensamiento. Y en efecto, desde el nacimiento de la filosofía, los griegos forzaron al amigo, que ya no tiene una relación con otro, sino con una entidad, una objetividad, una esencia. Lo que bien expresa la fórmula a menudo citada, que es necesario traducir, yo soy el amigo de Pierre, de Paul, o aún del filósofo Platón, pero aún más, soy amigo de lo Verdadero, de la Sabiduría, o del Concepto. El filósofo es conocido ahí por sus conceptos y necesita de ellos, él sabe cuáles son inviables, arbitrarios o inconsistentes, o no soportan ni un instante, mientras que por el contrario, los que están bien hechos, dan testimonio de una creación, aún inquietante o peligrosa...”
« Entonces, de aquellos que contemplan las múltiples cosas bellas, pero no ven lo bello mismo, y no son capaces de seguir a alguien que los conduzca hacia ello, y las múltiples cosas justas, pero no lo justo mismo y así con todo, diremos que opinan sobre todo esto, pero que no conocen nada acerca de lo que opinan.
Necesariamente, dice Glauco.
Pero, por el contrario, de aquellos de contemplan las cosas mismas que son siempre también de la misma manera según los mismos principios, qué diremos ? No es esto conocer y no opinar ?
Necesariamente también.
Entonces también diremos de aquellos que muestran el entusiasmo por aquello sobre lo que hay conocimiento, que están enamorados, y de los otros, que lo están de lo que hay opinión. O nos olvidamos que hemos dicho que aquellos que están enamorados de los sonidos y colores que son bellos y que contemplan tales cosas no saben de ningún modo lo que esa cosa es ?
Así es.
Entonces, entraríamos en contradicción si los llamáramos « filodoxos » en lugar de « filósofos » ? Y se enojarían con nosotros si habláramos así ?
No, si en efecto me creen, pues sería enojarse contra lo verdadero.
Entonces, a aquellos que muestran el entusiasmo por cada ser en sí mismo, no habría que llamarlos « filósofos » y no « filodoxos » ?
Sí, por supuesto.”
Aristóteles, Metafísica, Libro I.
De todo lo que acabamos de decir sobre la ciencia misma, resulta la definición de la filosofía que buscamos. Es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas, porque una de las causas es el bien, la razón final. Y que no es una ciencia práctica lo prueba el ejemplo de los primeros que han filosofado. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo. Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es, por tanto, evidente que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía.
Tomás de Aquino, Suma Teológica, 1266-1273
No hay más ciencia posible que la que trata del ente; toda vez que no puede saberse otra cosa sino lo verdadero, que no es más que el ente mismo. Pero en las ciencias filosóficas se trata de todos los entes, incluso Dios; por lo cual se llama teología o ciencia divina a una de las partes de esta ciencia, como se ve en Aristóteles Met. l.4, com.2. De consiguiente no es necesario admitir, independientemente de las filosóficas, otra ciencia.
Por el contrario, dice San Pablo 2 Tim 3,16: Toda escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia; mas la Escritura, inspirada por Dios, no forma parte de las ciencias filosóficas, que son el fruto de las investigaciones de la razón humana. Por lo tanto es útil que, independientemente de las filosóficas, haya otra ciencia inspirada por Dios.
Al argumento 1º diremos que, si bien no debe investigar el hombre por medio de la razón lo que está fuera del alcance de la inteligencia humana, estas cosas han sido, sin embargo, reveladas por Dios para ser aceptadas por la fe. He aquí por qué el autor sagrado añade Eccli 3,25: Muchísimas cosas superiores a la inteligencia humana te han sido manifestadas. Y en esto precisamente es en lo que consiste la ciencia sagrada.
Al 2º, que la diversidad de las ciencias procede de la diversidad de nuestros medios de conocer. Así el astrónomo y el físico demuestran los dos la misma proposición, por ejemplo, que la tierra es redonda. Pero el astrónomo lo prueba por medio de las matemáticas, es decir, con cálculos abstractos, mientras que el físico se apoya en pruebas concretas, en hechos de experiencia. Por consiguiente, nada impide que haya una ciencia que se ocupe, desde el punto de vista de la revelación, de las mismas cosas que la Filosofía no considera sino en cuanto son cognoscibles por la luz de la razón natural. Por esto se dice que la Teología, que pertenece a la ciencia sagrada, difiere en cuanto al género de aquella otra Teología que es una de las partes de la Filosofía.
René Descartes, Los principios de la filosofía, 1644
“Hubiera querido primeramente explicar aquí qué es la filosofía, comenzando por las cosas más vulgares, como son: que esta palabra filosofía significa el estudio de la sabiduría, y que por sabiduría no se entiende solamente la prudencia en los negocios, sino un perfecto conocimiento de todas las cosas que el hombre puede saber, tanto para conducir su vida como para conservar la salud y la invención de todas las artes; y finalmente que este conocimiento sea tal, es necesario que sea deducido de las primeras causas, de manera que para llegar a adquirirlo, es lo que se denomina propiamente filosofar, es necesario por la búsqueda de esas primeras causas, es decir, los principios; y que estos principios deben tener dos condiciones: uno, que sean tan claros y evidentes que el espíritu humano no pueda dudar de su verdad cuando aplica su atención a considerarlos; otro, que sea de ellos que depende el conocimiento de las demás cosas, de manera que ellos puedan ser conocidos sin las cosas, pero no recíprocamente las cosas sin ellos; y que después de esto es necesario intentar deducir de estos principios el conocimiento de las cosas que dependen de ellos, y que no haya nada en la serie de deducciones que se hacen que no sea manifiesto. No hay verdaderamente más que un único Dios que sea perfectamente sabio, es decir, que tenga el completo conocimiento de la verdad de todas las cosas, pero se puede decir que los hombres tienen más o menos sabiduría en razón de que tienen más o menos conocimiento de las verdades más importantes. Y creo que no hay nada en esto en que todos los doctos no estén de acuerdo”.
Immanuel Kant, Crítica de la Razón Pura, A 838- B 866 y A 839 – B 867, 1781-1787
“La filosofía es el sistema de todo conocimiento filosófico. Hay que tomarla objetivamente si por ella se entiende el modelo que nos sirva para valorar todos los intentos de filosofar y toda filosofía subjetiva, cuyo edificio suele ser tan diverso y cambiante. De esta forma, la filosofía es la mera idea de una ciencia posible que no está dada en concreto en ningún lugar, pero a la que trata de aproximarse por diversos caminos hasta descubrir el sendero único, recubierto en gran parte por la sensibilidad, y hasta que consigamos, en medida de lo concedido a los hombres, que la copia hasta ahora defectuosa sea igual al modelo. Mientras esta meta no haya sido alcanzada, no es posible aprender filosofía, pues ¿dónde está, quién la posee y en qué podemos reconocerla? Sólo se puede aprender a filosofar, es decir, a ejercitar el talento de la razón siguiendo sus principios generales en ciertos ensayos existentes, pero siempre salvando el derecho de la razón a examinar esos principios en sus propias fuentes y a refrendarlos o rechazarlos.
Mientras tanto, el concepto de filosofía sólo constituye un concepto de escuela, a saber, el de un sistema de conocimientos que sólo se buscan como ciencia, sin otro objetivo que la unidad sistemática de ese saber, y consiguientemente, que la perfección lógica del conocimiento. Pero también hay un concepto cósmico de la filosofía, que siempre ha servido de fundamento a esta denominación, especialmente cuando se lo personificó, por así decirlo, y se lo representó como arquetipo en el ideal del filósofo. Desde este punto de vista, la filosofía es la ciencia de la relación de todos los conocimientos con los fines esenciales de la razón humana, y el filósofo es un legislador de esa misma razón, no un artífice de ella...” (Doctrina Trascendental del método, Cap. III Arquitectónica de la Razón Pura)
Georg W. F. Hegel, Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, 1827
“La filosofía se determina, por consiguiente, como un conocimiento de la necesidad del contenido de la representación absoluta y de la necesidad de ambas formas [el arte y la religión], esto es, por una parte, de la intuición inmediata y de su poesía, y de la representación que presupone, de la revelación objetiva y extrínseca; de la otra primeramente, del profundizarse en sí subjetivo, después del movimiento subjetivo y de la identificación de la fe con el objeto supuesto. Este conocimiento es, pues, el reconocimiento de este contenido y de su forma, liberación de la unilateralidad de las formas y elevación de ellas en la forma absoluta, que se determina por sí misma, como contenido, y permanece idéntica con el contenido, y es en este el conocimiento de aquella necesidad en sí y para sí. Tal movimiento que es la filosofía se encuentra ya realizado en cuanto la filosofía alcanza al fin su propio concepto, esto es, mira detrás solamente a su propio saber” (Parág. 573)
“Este concepto de la filosofía es la idea que se piensa a sí misma, la verdad que sabe, la logicidad, con el significado de que esa es la universalidad convalidada por el contenido concreto como por su realidad. La ciencia es, por tal modo, vuelta a su comienzo; y la logicidad es su resultado como espiritualidad: de juicio presuponente que el concepto era sólo en sí y el comienzo algo de inmediato, y por consiguiente, de la apariencia que tenía con esto, la espiritualidad se ha elevado a su puro principio como a su elemento” (Parág. 574)
“El tercer silogismo es la idea de la filosofía, la cual tiene por término medio a la razón que se sabe a sí misma, lo absoluto, lo absolutamente universal: término medio que se desdobla en espíritu y naturaleza, hace de aquel el supuesto como proceso de la actividad subjetiva de la idea, y de esta el extremo universal en cuanto proceso de la idea que es en sí y objetivamente... La idea eterna es en sí y para sí, se actúa, se produce y se goza a sí misma eternamente como espíritu absoluto” (Parág. 577).
Bertrand Russell, Los problemas de la filosofía, 1911
El valor de la filosofía debe realidad residir sobre todo en su carácter incierto mismo. Aquel que no tiene tinte de filósofo atraviesa la existencia, prisionero de los prejuicios derivados del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país y convicciones que crecido en él sin la cooperación ni el consentimiento de la razón. Para un individuo, el mundo tiende a volverse definido, finito, evidente; los objetos ordinarios no le hacen surgir preguntas y las posibilidades poco familiares son rechazadas con desprecio. Desde que comenzamos a pensar conforme a la filosofía, por el contrario, vemos... que aún las cosas más ordinarias de la vida cotidiana plantean problemas a las cuales no les encontramos más que respuestas incompletas. La filosofía, aunque no esté en condiciones de darnos con certeza la respuesta a las dudas que nos acechan, puede al menos sugerirnos posibilidades que amplían el campo de nuestro pensamiento y lo libran de la tiranía del hábito. Agitando nuestra certeza concerniente a la naturaleza de lo que nos rodea, ella acrecienta enormemente nuestro conocimiento de una realidad posible y diferente, hace desaparecer el dogmatismo algo arrogante de que aquellos que no han recorrido nunca la región de la duda liberadora, y guarda intacto nuestro sentimiento de admiración haciéndonos ver las cosas familiares bajo un nuevo aspecto”.
Edmund Husserl, La filosofía como autorreflexión de la humanidad, 1911
“La ciencia que dispone de un fundamento universal y apodíctico y que a su vez proporciona tal fundamento, surge de ahí como la función humana necesariamente más alta: como lo he dicho, su función es permitir a la humanidad desarrollarse hasta el plano de la autonomía personal, de la autonomía humana de irradiación universal. Esa es la idea: la idea que engendra el impulso vital afectado del más alto grado de humanidad.
La filosofía no es, por consiguiente, otra cosa, de parte a parte, que el racionalismo diversificándose él mismo según los diferentes planos en que se despliegan intención y cumplimiento; ella es la ratio en su movimiento incesante de autoaclaración, a partir de la primera irrupción de la filosofía en una humanidad cuya razón, no obstante innata, había permanecido hasta entonces totalmente inaccesible a sí misma, sumergida en la confusión y en la noche.
Martín Heidegger, ¿Qué es eso de filosofía? 1955
La respuesta a la pregunta: ¿Qué es eso de filosofía? consiste en que correspondamos (entsprechen) a aquello hacia donde la filosofía está en camino. Y esto es: el ser del ente: En tal corresponder escuchamos y obedecemos desde un principio lo que la filosofía ya nos ha asignado (zugesprochen), la filosofía, es decir, la philosophia entendida a la griega. Por eso llegamos a la correspondencia, es decir, a la respuesta a nuestra pregunta, sólo en tanto que permanecemos en la conversación con aquello hacia lo cual la tradición-transmitida (Über-lieferung) de la filosofía nos libra [entrega] (ausliefert), es decir, nos pone en libertad. La respuesta a la pregunta de qué sea la filosofía no la encontramos gracias a proposiciones historizantes (historische) acerca de las definiciones de la filosofía, sino merced a la conversación con lo que por tradición se nos ha transmitido (über-liefert) como ser del ente.
Karl Jaspers, La filosofía desde el punto de vista de la existencia, 1956
“¿Qué es, pues, la filosofía, que se manifiesta tan universalmente bajo tan singulares formas?
La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llama sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: La busca de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por esto frecuentemente se le traiciona en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir : ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta.
Pero este ir de camino -el destino del hombre en el tiempo- alberga en su seno la posibilidad de una honda satisfacción, más aún, de la plenitud en algunos levantados momentos. Esta plenitud no estriba nunca en una certeza enunciable, no en proposiciones ni confesiones, sino en la realización histórica del ser del hombre, al que se le abre el ser mismo. Lograr esta realidad dentro de la situación en que se halla en cada caso un hombre es el sentido del filosofar.
Ir de camino buscando, o bien hallar el reposo y la plenitud del momento - no son definiciones de la filosofía. Ésta no tiene nada ni encima ni al lado. No es derivable de ninguna otra cosa. Toda la filosofía se define ella misma con su realización. Qué sea la filosofía hay que intentarlo. Según esto es la filosofía a una la actividad viva del pensamiento y la reflexión sobre este pensamiento, o bien el hacer y el hablar de él. Sólo sobre la base de los propios intentos puede percibirse qué es lo que en el mundo nos hace frente como filosofía.”
Jacques Derrida, “Dónde comienza y cómo acaba un cuerpo docente”, 1982
“Por consiguiente: luchando como siempre en dos frentes, en dos escenarios y según dos alcances, una desconstrucción rigurosa y eficiente debería simultáneamente desarrollar la crítica (práctica) de la institución filosófica actual y emprender una transformación positiva, afirmativa más bien, audaz, extensiva e intensiva, de una enseñanza llamada “filosófica”. No ya un nuevo plan de la universidad, en el estilo escatoteleológico de lo que se hizo con ese nombre en los siglos XVIII y XIX, sino un tipo de propuestas totalmente diferentes, que competen a otra lógica y que toman en cuenta un máximo de datos nuevos de todo tipo cuya enumeración no voy a emprender ahora. Algunos de ellos aparecerán rápidamente. Estas propuestas ofensivas se ajustarían a la vez al estado teórico y práctico de la desconstrucción y cobrarían formas muy concretas, las más eficientes posibles en Francia, en 1975. No dejaré de tomar mis riesgos o mis responsabilidades en cuanto a esas propuestas. Y dejaré bien claro —si es que se da el nombre de Haby al indicio más visible de ese contexto— que no me aliaré con los que se proponen “defender–la–filosofía” tal como se practica hoy día en su institución francesa, que yo no suscribiré a cualquiera forma de combate “por–la–filosofía”, pues lo que me interesa es una transformación fundamental de la situación general en la que se plantean esos problemas”.
Cornelius Castoriadis, ¿El fin de la filosofía?, 1988
“Creo que es imposible comprender qué es realmente la filosofía sin tomar en cuenta su lugar central en el nacimiento y desarrollo del proyecto social-histórico de autonomía (social e individual). La filosofía y la democracia han nacido en la misma época y en el mismo sitio. Su solidaridad resulta de que ambas expresan el rechazo a la heteronomía –el rechazo a las pretensiones de validez de las reglas y las representaciones que se encuentran simplemente allí, el rechazo de toda autoridad exterior (aún, y particularmente, “divina”) y de toda fuente extra-social de la verdad y de la justicia, brevemente, la puesta en cuestión de las instituciones existentes y la afirmación de la capacidad de la colectividad y del pensamiento de instituirse ellos mismos, explícita y reflexivamente. Por decirlo de otra manera: la lucha por la democracia es una lucha por el autogobierno. La apuesta al autogobierno no acepta ningún límite externo, el verdadero autogobierno implica la auto-institución explícita, que presupone evidentemente la puesta en cuestión de la institución existente, y esto, en todo momento. El proyecto de autonomía colectiva significa que la colectividad, que no puede existir más que como instituida, reconoce su carácter instituyente y lo recupera explícitamente, poniéndose en cuestión ella misma y sus actividades. En otros términos, la democracia es el régimen de la autorreflexividad (política). Pero esto vale también para la filosofía. La filosofía no trata sobre la cuestión: ¿qué es el ser? o ¿cuál es el sentido del ser? o ¿por qué hay ente y no más bien la nada? Todas estas cuestiones son secundarias en el sentido en que están condicionadas por la emergencia de una cuestión más radical (y radicalmente imposible en una sociedad heterónoma): ¿qué debo pensar (del ser, de la Phycis, de la polis, de la justicia, -y de mi propio pensamiento). Este cuestionamiento continúa y debe continuar sin cesar... La democracia es el proyecto de romper la clausura a nivel colectivo. La filosofía, que crea la subjetividad reflexionante, es el proyecto de romper la clausura a nivel del pensamiento...”
Gilles Deleuze, ¿Qué es la filosofía?, 1991
“...Simplemente, la hora ha llegado para nosotros, la hora de preguntarnos qué es la filosofía. Y no habíamos dejado de hacerlo precedentemente, y teníamos ya la respuesta, que no ha variado, la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos. Pero no hacía falta solamente que la pregunta requiera una respuesta, hacía también falta que ella determina una hora, una ocasión, unas circunstancias, unos paisajes y unos personajes, condiciones e incógnitas de la pregunta. Hacía falta plantearla “entre amigos”, como una confidencia o en confianza, o bien frente al enemigo, como un desafío, y a la vez esperar esta hora, entre perro y lobo, en que uno desconfía aún del amigo...
... Lo que los conceptos necesitan personajes conceptuales que contribuyen a su definición. “Amigo” es uno de tales personajes, del cual aún se dice que dan testimonio del origen griego de la filosofía, porque las otras civilizaciones tenían Sabios, pero los griegos presentan a estos “amigos” que no son simplemente sabios más modestos. Serían los griegos los que habrían confirmado la muerte del Sabio, y la habrían reemplazado por los filósofos, los amigos de la sabiduría, los que buscan la sabiduría, pero no la poseen formalmente. Pocos pensadores sin embargo se han preguntado qué significaba “amigo”, aún entre los griegos. Amigo designaría una cierta intimidad competente, una especie de gusto material o una potencialidad, como la del ebanista con la madera, el buen ebanista está en poder de la madera, es el amigo de la madera. La cuestión es importante porque el amigo, tal como aparece en la filosofía, no designa a un personaje extrínseco, un ejemplo o una circunstancia empírica, sino una presencia intrínseca al pensamiento, una condición de posibilidad del pensamiento mismo, brevemente, una categoría viviente, una vivencia trascendental, un elemento constituyente del pensamiento. Y en efecto, desde el nacimiento de la filosofía, los griegos forzaron al amigo, que ya no tiene una relación con otro, sino con una entidad, una objetividad, una esencia. Lo que bien expresa la fórmula a menudo citada, que es necesario traducir, yo soy el amigo de Pierre, de Paul, o aún del filósofo Platón, pero aún más, soy amigo de lo Verdadero, de la Sabiduría, o del Concepto. El filósofo es conocido ahí por sus conceptos y necesita de ellos, él sabe cuáles son inviables, arbitrarios o inconsistentes, o no soportan ni un instante, mientras que por el contrario, los que están bien hechos, dan testimonio de una creación, aún inquietante o peligrosa...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario